Capítulo 18 🏹 Secretos

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Las hojas violáceas, blancas, negras y grises caían de los arkones, dejando los troncos desnudos con el transcurrir de los días. Era la época más invernal del año y las tormentas azotaban el Norte.

Sin embargo, eso no le impedía a Kaly practicar en el patio de armas cada mañana; incluso aquellas en las que caían verdaderas borrascas, dignas de canciones, no eran excusa para ella y acudía a perfeccionar su dominio con el arco, las dagas y la espada. Esta última en particular, seguía sin dar los resultados que ella esperaba, a pesar de que sus esfuerzos eran constantes y acérrimos. Pero a medida que las lunas cambiaban, los frutos de su sacrificio se manifestaron en la habilidad con el arco y el combate cuerpo a cuerpo, ambas artes en las que se había tornado bastante buena y diestra.

Sus progresos también se hacían evidentes en su cuerpo. Kaly siempre había sido delgada pero tendía al desgarbo, era escuálida y macilenta y la rigidez de su cadera no había contribuido mucho a mejorar su porte. No obstante, el entrenamiento incesante fortalecía sus músculos y sus reflejos cada día más; su rostro era fino y delicado, pero ahora poseía una belleza casi salvaje.

Bastenon la observaba fascinado, y su admiración hacia ella crecía a la par que su adoración. Sin embargo, después de lo ocurrido en Los Peñascos Agrestes con Certia e Irsa, el trato entre ambos había sufrido un cambio drástico. Los dos asistían juntos a los consejos de regencia y se ponían de acuerdo sobre las resoluciones, las audiencias y las nuevas leyes; casi siempre eran acompañados por Xaro, Qasha y el Sacerdote Meriel, aunque en algunas ocasiones, también alguno de los príncipes estaba presente.

Alakron se había recuperado muy pronto de las heridas de espada que recibió por parte de Edron y acudía al Recinto Real. No obstante, Tarsia lo procuraba mucho y no le permitía ejercitarse ni montar a caballo sin importar cuánto protestara él.

Fakurya también se restableció, aunque tardó más de dos lunas en despertar de su largo sueño.

Cuando lo hizo, parecía más molesta y malhumorada que de costumbre al darse cuenta de que estaba en los aposentos del Rey y no en los suyos, que aunque más modestos, eran su refugio y el único lugar en el que había estado cómoda durante los últimos años. Sin embargo, Bastenon se impuso y no la dejó regresar a su exilio hasta que el Maestre Menkel le aseguró que ella estaba completamente recuperada. Sólo entonces, Fakurya Iskaleon retornó a su dormitorio, igual que un animal salvaje y letal se retira a su guarida para reposar, aguardando el momento para atacar de nuevo.

En cuanto finalizaban las audiencias y las reuniones, Kaly se despedía cortésmente y se marchaba.

En esas dos actividades se resumía su rutina diaria; ejercitarse en la mañana hasta llegar al agotamiento y atender sus obligaciones como futura regente durante las tardes. Los escasos días en los que el viento y el clima se prestaban, salía a montar con Sarka, pero, a pesar de que su hermana era la única que tenía la habilidad de alegrar el corazón de Kaly en los últimos días, también ella notaba el cambio brusco que se había producido en su hermana.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora