Capítulo 22 🏹 Aruno

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—¿Ya pensaste en el nombre por el que te van a llamar en adelante? — inquirió Kaly, mirando a Orzekel de soslayo.

El príncipe negó con la cabeza.

Atravesaron el castillo en dirección al patio de armas y a Kaly, ninguna distancia le había parecido tan larga en toda su vida. Ni siquiera la que recorrió cuando pretendía huir con Lukan más de dos inviernos atrás.

Su corazón latió salvajemente todo el tiempo, ante la posibilidad de ser reconocida por alguien. Sabía que Bastenon no iba a perdonarla esta vez.

Había esparcido un poco de fango en el rostro del príncipe Orzekel, esforzándose por cubrir los moretones y los cortes que su padre le había hecho. Él había hecho muecas de dolor desde que ella empezó a tocarlo, pero no podía salir así. Su piel era muy pálida y llamaría la atención enseguida.

La guerrera del pantano iba tras ellos con su armadura pero ya no traía la Capa Blanca que había portado con tanto orgullo.

Kaly empezó a tranquilizarse y hasta había levantado un poco la cabeza, cuando vio tres siluetas imponentes acercarse a la armería principal.

Ella sabía que ya era muy tarde para dar la vuelta, y si lo hacían, sospecharían de ellos de inmediato.

Era Bastenon.

Caminaba con el porte soberbio y firme de siempre; una ráfaga de viento le revolvió el cabello oscuro y él se lo apartó con impaciencia. Kaly tragó saliva con fuerza. Se moría por echarse encima de él, abrazarlo y decirle todo eso que sentía y que nunca le había dicho.

Estaba acompañado de Xaro y del señor de Oburko.

Por el rabillo del ojo, Kaly observó que el príncipe Orzekel se encogía como un molusco a medida que su padre se acercaba a ellos. Berisko tenía el rostro casi igual de maltrecho que el de su hijo, con cardenales oscuros en la mandíbula y en los pómulos, y su nariz estaba un poco torcida. El príncipe Eduryon se había cebado en él, y a decir verdad, ella lo consideraba justo.

El pasillo era muy estrecho y todos se vieron forzados a pasar muy cerca.

Kaly inclinó un poco la cabeza hacia un lado mientras Bastenon pasaba tan próximo a ella, que su mano izquierda rozó la armadura del rey. El metal estaba frío pero a ella, ese simple contacto le provocó un estremecimiento maravilloso.

—Qasha — masculló Bastenon volviéndose — ¿Quiénes son ellos?

Kaly contuvo el aliento y se detuvo. Orzekel la imitó, pero ambos permanecieron de espalda, inmóviles.

—Son dos esclavos que mi señora asiló hace poco, Alteza — replicó Qasha de inmediato, sin titubear —. Dicen que quieren ser escuderos, así que los llevo al patio de armas para encontrarles un oficio.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora