Capítulo 13 🏹 El Jardín Sombrío

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—Esta es mi prometida, Tarsia de la Casa Prusek, princesa de las Islas Kaelia — anunció Alakron Asmekuros con aire orgulloso y reverente, mientras sus ojos seguían a la joven esbelta y hermosa de cabello rubio plateado que entraba por la puerta.

La princesa Tarsia era bellísima, su piel pálida contrastaba a la perfección con los pliegues violáceos de su vestido, y con sus ojos negros y grandes que parecían observarlo todo. La escoltaban tres de las Capas Blancas de las islas, luciendo los colores purpúreos y blancos en sus capas; y en los petos de sus armaduras, estaba grabada la estrella floreciente de siete puntas, el emblema de la casa a la que habían jurado lealtad.

Kaly observó, fascinada, los movimientos gráciles de la princesa Tarsia y la larga melena que le caía hasta la cintura como una cascada de plata.

—Mi reina, me complace mucho conocerte — murmuró, inclinándose con la suavidad de una hoja.

Kaly asintió como pudo, consciente de que su apariencia no desplegaba nada de la elegancia que la princesa exhibía. Estaba sentada en uno de los comedores comunes, enfundada en su traje de combate, atragantada con un pastel de uva todavía humeante y una jarra de cerveza de miel que ya iba por la mitad.

A su lado, Alakron y Tareska atacaban los rollos asados con ferocidad, y ya se habían acabado el vino negro desde hacía mucho.

El Maestre Menkel había accedido a que retomase el entrenamiento, no de muy buen agrado, porque le parecía un "pasatiempo muy salvaje y peligroso para una princesa", según su parecer. Pero había admitido que la salud de Kaly ya no le impedía practicar las artes del combate.

—No soy reina todavía, princesa Tarsia — corrigió con sutileza. La mirada clara y honesta de la princesa logró simpatizarle desde el principio —. Me complace que hayas aceptado la invitación del Rey.

—Llevaba mucho deseando conocerte, mi señora — comentó la princesa con un gesto tímido, sentándose con delicadeza al lado de Alakron. Él tomó sus manos y las besó con adoración —. Desde que El Rey me dijo que se habían comprometido, le pedí que me permitiera venir al Castillo Oscuro para presentarme.

Las Espadas Blancas de las Islas Kaelia se apostaron a ambos lados del comedor con el semblante circunspecto.

—El Rey tiene tan extraviada la cortesía como el buen humor — comentó Alakron alegremente.

Tareska le lanzó a su hermano una mirada reprobadora y Kaly recordó que la princesa parecía ser la más exaltada y adusta de los cinco hermanos Asmekuros.

—Y tú extraviaste tu sensatez y la capacidad de evitar hacer comentarios ridículos, Alakron — soltó Bastenon, apareciendo en el umbral de la puerta.

Todos se volvieron hacia él enseguida.

—Te acompañaré al patio de armas, Kalyana — dijo mirando a Kaly con una sonrisa incipiente y extraña.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora