Era un poco irónico y extraño pero la noche previa a su ejecución, Oryana Indarok se tumbó en la prisión donde se interrogaban a los espías y delatores, y durmió plácidamente, sin pesadillas.
Todos sus amigos y compañeros le habían dado la espalda. Aruno, Rokken, Qasha, e incluso Lenko. Ése era su fin y estaba preparada para él. La muerte era definitiva, piadosa y expiaba todas las culpas, la muerte no era exigente. La vida sí.
"La muerte era la dama más fiel", rezaba un antiguo poema norteño.
Antes de caer rendida ante el sueño, la parte de su mente que siempre gozaba torturándola, reprodujo la escena del comedor una y otra vez, en busca de algún detalle extraño que hubiera pasado por alto.
Aruno y Rodnyo habían tirado de ella mientras los demás guardias luchaban por mantener a raya a los guerreros que se lanzaban sobre ella para matarla y hacer justicia por su cuenta. La mitad de los Akeryos estaban convencidos de que ella había envenenado a Razolnik y los demás se habían quedado mirando, confundidos.
Entonces, cayó dormida.
Soñó que iba a lomos de un ave gigantesca que remontaba el vuelo por encima de las nubes, uno de los príncipes Asmekuros seguramente. La criatura aterrizó sobre un risco escarpado rodeado de niebla espesa, y la depositó al pie de un arkón de hojas blancas como la espuma.
El ave ya había vuelto a su forma humana pero no era ninguno de los Asmekuros.
Era Bastenon. Ella hizo ademán de acercarse a él cuando dos figuras se interpusieron en su camino.
La alegría brotó de sus ojos y se echó sobre su padre y hermano, apretándolos contra ella en un abrazo desesperado y dichoso. Ella se apartó y contempló el rostro sonriente y a la vez severo de Traveno, su barba corta y entrecana. Devron, mucho más serio, la miró con igual alegría y sacudía la cabeza levemente ante la impulsividad de su hermana.
Ella quería que su padre y Bastenon se conocieran. No obstante, cuando vio más allá, hacia el borde del risco, Bastenon ya se había tornado en un ave de nuevo y desplegaba las inmensas alas hacia la tierra.
Ella se quedó allá arriba, entre las nubes más altas, al lado de su padre y su hermano. Como tantas veces había anhelado.
La luz del amanecer entró por las ventanas descubiertas de la prisión donde se hallaba, como un poderoso rayo cegador sobre sus párpados cerrados.
Fuertes brazos la agarraron y la levantaron con brusquedad. Las cadenas chasquearon.
Tres guardias la vigilaron durante toda la noche. Rodnyo y Vikao eran los que la sostenían; Aruno estaba sentado en un rincón y la miraba fijamente.
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Reinos Oscuros, Libro I
FantasyPublicada en físico por UNIVERSO DE LETRAS, sello de la Editorial Planeta, también disponible en Ebook. Registrada en Derecho de Autor, Colombia. Kalyana, la joven princesa heredera de Sarkya se encuentra sumida en la melancolía por los trágicos suc...