Capitulo 7 🏹 La verdad

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—No está concentrada, mi señora — la reprendió Qasha.

Kaly se había levantado muy temprano, igual que la mañana anterior para su práctica de combate, pero no podía apartar de su mente dos cuestiones preocupantes por más que lo intentase.

Bastenon y Lukan.

La imagen de Bastenon besando y acariciando a esa joven, aunque en realidad era ella la que lo acariciaba, se repetía una y otra vez ante sus ojos, torturándola sin que Kaly pudiese evitarlo. La frialdad del Rey hacia ella dejaba plenamente claro cómo serían el resto de sus días a su lado si se quedaba en el Castillo Oscuro y aceptaba ser su reina. Cuando había partido de Sarkya, estaba convencida de que podría soportar unirse a un hombre al que no conocía, aunque nunca llegara a quererlo como quiso a Lukan, sería fácil tolerar la indiferencia porque ella a su vez, sería indiferente y sabía que casi todos los matrimonios eran arreglados con el fin de obtener alianzas o conciliar una casa noble con otra.

Pero todo había cambiado. Ahora el desinterés de Bastenon le resultaba insufrible; por más huraño e insensible que él se mostrara hacia ella a lo largo de los años, eso no conseguiría helar o destruir el sentimiento que el corazón de Kaly estaba alimentando por sí solo y sólo terminaría lastimándola y tornándola agria como el vinagre.

Por otro lado, tendría que aprender a vivir con el hecho de que había otra joven a quien él sí le ofrecía y le seguiría ofreciendo todo lo que a ella le negaba, y el dolor y los celos terminarían cebándose en ella con lentitud hasta destruirla. De eso estaba segura.

Luego estaba Lukan, el jinete, el poeta, el pintor. Podía evocar con tanta facilidad la primera vez que se vieron y la última que la claridad resultaba dolorosa y fueron esos recuerdos los que más daño hicieron a Kaly, más incluso que su larga ausencia.

Traveno Leskuren había descubierto con rapidez las dos pasiones prematuras de su hija mayor desde que ella era muy pequeña y que aun la iban a acompañar cuando fuera mayor, aunque él no pudiese estar para presenciarlo. Los libros y los caballos. Fue entonces que se dio a la tarea de buscar a un maestro que le enseñara a montar y que lograra aumentar el conocimiento de Kaly a través de su adoración por los libros.

Pero la labor resultó más ardua de lo que él se imaginaba, ya que la astucia y la rebeldía de su hija hicieron todo más complicado.

Casi todos los jinetes experimentados trataban a los caballos como bestias y no se conmovían cuando tenían que sacrificar a alguno porque estaba herido de gravedad o muy viejo, los preparaban para la guerra y los lastimaban sin piedad si no eran lo bastante rápidos o fuertes. Kaly los detestó a todos desde el principio y su padre no tuvo argumentos para negarle la razón.

Los maestros de lectura representaban un reto muy distinto. Todos eran ancianos o ancianas porque ningún otro poseía todas las medallas otorgadas en Arenkos a los estudiosos de todas las historias de los Dioses escritas en muchos idiomas nuevos y antiguos, de modo que todos ellos eran unos creyentes acérrimos y pacatos que nunca leían otros libros distintos a los religiosos; del mismo modo, tampoco permitían a Kaly leerlos y la obligaban a aprender pasajes y páginas completas de memoria. A estos los detestó más todavía porque con sus reglas y mandatos rígidos lograron que aborreciera y dejara a un lado los libros por un buen tiempo.

Reinos Oscuros, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora