Capítulo 18: Otro buen día en la prisión

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Hoy hay doble publicación! Debes leer el "Capítulo 17: Eso suena a una locura" antes de leer este, o te harás spoiler!
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Adelí Mathews

Putas criaturas.

Suelto un exabrupto y toso cuando el enorme puño se desprende de mi estómago. Ojalá hubiera podido decir aquello en voz alta, pero el dolor no era lo único que me lo impedía.

Observo su sombra danzando en el suelo, de un lado a otro, casi podía imaginar lo que estaba haciendo, lo que estaba pensando.

Él estaba gozándolo, disfrutaba hacerme sufrir, verme de esta forma.

Vulnerable.

Aquel pensamiento me hace soltar un gemido cargado no sólo de dolor, sino también de algo más. No estaba muy segura de lo correcto que era sentir estas emociones, de alguna forma me hacían pensar en una paleta de caramelo tornándose de color negro, pero es lo que pasaba cada vez que el efecto se desvanecía.

Su efecto, porque Ella es quien estaba haciéndome esto. Por su culpa, mis ojos no iban a ningún otro lugar que no fuera el suelo, por su culpa, mi piel ardía al más mínimo movimiento de mis manos atrapadas por las fuertes garras de uno de mis opresores, y yo no podía sostenerme, por más que mis piernas temblorosas me lo pidieran.

Suelto un suspiro, dejando salir todo el oxígeno que mis pulmones fueron acumulando. Esto era algo necesario si quería recordarlo todo, el aire ahora era para mí como todos mis recuerdos, y necesitaba absorber todo lo que pudiera.

—¡¿Te ha bastado eso?!

Sus gritos siempre me han resultado de lo más insoportables, pero nada me
desquicia más que el hecho de que él crea que lo hacen parecer más intimidante, si no es más que otro lacayo de Emmily, una pieza más de su rompecabezas.

Un condenado.

¡Te he hecho una pregunta!—vuelve a gritar, esta vez más fuerte, sospecho que herí su ego al ignorarlo antes.

Eso es lo único que hay en él. Ego y un autoestima absurdamente alto.

Levanto la mirada, encontrándome con una sonrisa de lunático, sus colmillos relucientes, sus ojos abriéndose conforme me admira, alimentándose del dolor que me causa.

¿Así es como lucen los monstruos?

A decir verdad, son bastante guapos.

Rooner ha contado muchas anécdotas de cuando solía vivir en España, le gusta mucho alardear de sí mismo durante nuestras sesiones de tortura. Él las llama "nuestras" como si fuera algo que ambos disfrutáramos, como si cada mañana yo me levantara esperando animadamente la hora en que me inyectaran esa cosa y me obligaran a ser parte de todo esto.

Estoy en el lado equivocado, una vez más...sólo que en esta ocasión no es por mi voluntad. No es mi culpa...¿O sí?

—Debería ser yo quien pregunte—hablo finalmente, con la voz débil y entrecortada.

Sentí un nudo en la garganta al instante, la impotencia llenándome al oír mi propia voz.

Me imaginaba todo tipo de cosas en mi cabeza, cosas que incluían la cabeza de Rooner separada de su cuerpo, o algunas más satisfactorias como repartir todas las partes de su cuerpo alrededor del mundo. Aunque como siempre, ni siquiera imaginarlo puede hacerme sentir un poco mejor, pues caigo en la cuenta de que no duraría muerto ni diez minutos. Regresaría, al igual que lo hacen todos ellos.

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