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3 Día : Nuestra Semana Perfecta.

 -Narra Willy-

La razón del amor es inescrutable. En el momento en que uno menos lo espera, el sentimiento más grande y menos comprensible aparece, nos inunda y termina por apoderarse de nosotros. Durante toda mi vida me había dedicado a observar cómo mis amigos se enamoraban, tenían pareja y terminaban por pasar página una vez su primera relación llegaba a su fin. Contemplaba estos hechos sin envidia ni apresuramiento, consciente de que algún día yo sería víctima de cupido, cuando una persona fuera capaz de conseguir que mostrara una pizca de interés en el ámbito amoroso. Tardó en llegar el causante de mi enamoramiento, veintiún años se demoró su llegada, y pese a ello no podría haber sido otro. Ahora comprendía bien la forma estúpida en que mis amigos actuaban sumidos en aquel estado de estupor superficial que era el enamoramiento. Yo mismo me ahogaba, irónicamente, en mi propia felicidad y quedaba embelesado cada vez que aspiraba su aroma. Pero existían ciertos detalles por los cuales no osaba compararme con aquellas personas que en su día estaban, al igual que yo, experimentando la extrañeza del primer amor. Ellos habían querido a las causantes de su dicha, habían dicho amarlas y con el tiempo ya ninguno conservaba a su novia de hacía años. Eran agua pasada, en la mayoría de casos, el primer amor se olvidaba y era sustituido por la llegada de otros. El propio Vegetta habría estado alguna vez en el pasado, y esperaba que su primer amor estuviera más que extinto. ¡Pero eso no ocurriría con el mío! No, de ninguna de las maneras, mi primer amor debía ser también el último. Algo me decía que yo no estaba destinado a otra persona que no fuera él, y él no lo estaba a nadie que no fuera yo. Puede que el destino, travieso e irónico, hubiera hecho que tardásemos en hallarnos pero ahora nada podría separarnos. Sí, soy plenamente consciente de que las personas que viven el primer amor también piensan que es para siempre en su ignorancia y que nunca se cumplen sus deseos. Pero no era mi caso, lo nuestro era para siempre.. no existía otra manera de pensar sobre ello, yo no me imaginaba una vida sin él y estar sin él no sería una vida. ¿Que estaba precipitándome? ¿Que ni estábamos saliendo? ¿Que yo no era su primer amor, y por lo tanto quizá tampoco era el más importante? Posiblemente. Pero no podía dejar de pensar en cosas negativas, en cosas positivas.. en Vegetta, porque finalmente todo se resumía a él, a nosotros.

Y aunque estaba inmerso en un estado de felicidad, también hicieron su aparición miedos absurdos que hasta el momento ignoraba. Los celos, la angustia, la paranoia e inseguridad, que aunque no eran constantes, porque afortunadamente el amor era ignorancia y la ignorancia era felicidad, de vez en cuando afloraban. Bastó que empezáramos esta especie de prueba semanal para comprobar si realmente podíamos ser algo más que amigos, para que terminase de darme cuenta de cuan reales eran mis sentimientos y cómo el amor se anteponía a cualquier ápice de orgullo. Solamente llevábamos tres días sin reprimirnos, y ya en el tercer día estaba irremediablemente atontado por él. A veces dudaba que pudiera aguantar una semana, por mí simplemente podría fin a mi agonía y le pediría que fuéramos algo más que amigos para siempre, estaba convencido de que accedería a ello. Pero consideré que quizá era más conveniente esperar los días que faltaban, aprovechar el camino sin mostrar demasiada prisa por alcanzar la meta. 

El día anterior, Vegetta me había dedicado unas bonitas palabras que no olvidaría y a cada momento de inseguridad o duda me obligaba a recordarlas. Por lo demás no tenía que temer, lo poco que llevaba de semana había sido maravilloso. El primer día con sus mimos y salidas, el segundo nuestro día libre el cual habíamos dedicado a conocer más detenidamente la ciudad en la que ahora vivíamos. Pasamos prácticamente todo el día fuera de casa y fue fantástico, aunque me levanté exhausto y con el cuerpo lleno de agujetas de caminar tanto. Decidí presentar cierta variación en el desayuno, probando unos nuevos cereales mientras que dejaba los vídeos diarios subiéndose. Nuestro trabajo implicaba muchas horas en el ordenador, y últimamente no tenía ganas de estar pegado a la pantalla, aún así tenía que seguir empleando bastante tiempo en jugar, grabar, editar y subir. Claro que lo disfrutaba, pero era tedioso.

Sentimientos Latentes (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora