-Narra Willy-
Básicamente estuve todo el día encerrado en mi habitación. Al principio, demasiado afectado como para hacer algo productivo, me dediqué a sollozar tumbado en la cama, mientras que abrazaba con fuerza la almohada y daba demasiadas vueltas a todo. Al principio mis pensamientos fueron subjetivos, y estaban cargados de la influencia colérica de mis sentimientos. Por lo que me dediqué a maldecirlo, pensé que le odiaba y la vendetta se presentó como un plato suculento. Recordé nuestra pequeña discusión y se me ocurrieron una tanda de frases hirientes que podría haber usado, pero la conmoción del momento me tuvo enmudecido. Después los pensamientos se tornaron masoquistas , pero llegó un punto en el que mi razonamiento me indicaba que no había sido para tanto. Técnicamente no me había engañado, pero que en otra posible línea temporal hubiera sido capaz de hacerlo, eso me destrozaba. Por absurdo que fuera, puesto que eso no había sucedido. En nuestra única realidad sus embustes fueron livianos, pero no dejaban de ser mentiras. Prefería que me lo hubiera advertido o confesado por teléfono, podríamos haber hablado del tema. Era indignante que se dedicase a decirme que me añoraba y quería vía conversaciones telefónicas, mientras que ocultaba la importancia de un reencuentro semejante. De no haber cometido semejantes errores, ahora podríamos estar celebrando juntos la evaporación de sus dudas, pero en su lugar estábamos en habitaciones separadas llorando la pérdida del otro. Mi magullado corazón más que nada quería perdonarlo una vez más, y volver a comenzar. Pero la mente me inculcaba una necesidad apremiante de mantenerme alejado de un hombre que no me traía más que sufrimientos. No era bueno enterrando el hacha de guerra, me costaba muchísimo perdonar a aquellos que me habían herido, mis instintos eran fastidiar indirectamente a los que me hicieran daño. Pero aunque consiguiera engañar a mi razonamiento y mortificara mi orgullo, cosa que sería capaz de hacer solamente por él, la confianza había muerto. Me mataría volver con él y que volviera a expresar dudas respecto a lo nuestro, por mucho que negara que eso pudiera suceder, simplemente me mataría. Cuando pasaron unas horas, empecé a pensar de manera objetiva. Ya había sido subjetivo de todas las formas posibles, mis ojos estaban secos pero rojos y me dolía la cabeza por el cúmulo de tristeza y pensamientos. Llega un punto en la cúspide del sufrimiento humano, en el que después de culpar a todo factor causante de tu tristeza, sientes como tu alma abandona el cuerpo y empiezas a mirar tus propios defectos. Ese momento en que entendemos que no todo es culpa del resto, y nos miramos desde fuera, por complicado que eso sea. Podemos engañarnos a nosotros mismos cuando nuestro dolor nos tiene cegados, pero llega un punto en el que se vuelve inútil seguir negándonos la verdad. Da igual cuanto sufras, sin duda el momento más doloroso de tu desdicha es cuando reúnes el valor para ser sincero contigo mismo, entonces descubres una verdad que en realidad siempre has tenido presente, pero te negabas a asumir. Y mi verdad era que no estaba tan enfadado como lo había pretendido, que no creía tan culpable a Vegetta como se le había acusado. La verdad es que tenía miedo, y había tomado deliberadamente la decisión más cobarde. Porque sabía que tarde o temprano nuestra relación se terminaría, y me resultaba mucho menos doloroso tener una pelea como esa y que pudiera conservarlo como amigo, a esperar a que sucediera algo más grave que me llevara a perder para siempre su compañía. Y es que al principio de lo nuestro estaba tan embelesado por el estupor del primer amor, que no podía ver porqué lo nuestro saldría mal. Y ahora lo veía por todas partes, cada vez que nuestro amor se acercaba a la perfección y me hacía sentir en las nubes, sabía que al mínimo error de cualquiera de ambos, terminaría dándome de bruces contra el suelo. Se cansaría de mi desconfianza, o nuevas dudas le asaltarían, nuestra relación estaba abocada al fracaso. ¿Me dolía lo de Sarai? Sí, pero sabía que no era nada que no pudiera solucionarse. El caso es que acabaría sucediendo otra cosa más grave, quizá su confusión le llevaría a acostarse con otra persona, quizá la presión social podría con nosotros y tendríamos una gran discusión que terminaría con nuestra amistad para siempre. No podía pensar en aquellas cosas sin ponerme a temblar. Por mucho amor que le profesase, prefería hacerle daño dejándolo definitivamente que esperar a que él volviera a hacerme daño. Sabía del egoísmo de mis acciones, mas pude evitarlo, quería pensar que estaba ahorrándonos futuros padecimientos a ambos.

ESTÁS LEYENDO
Sentimientos Latentes (Wigetta)
FanfictionEs difícil convivir con tu mejor amigo cuando descubres que tus sentimientos hacia él no son únicamente amistosos. Eso le ocurre a Willy, que tras las reiteradas indirectas de su compañero de piso, empezará a sentir por primera vez lo que es estar e...