Capítulo IV

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Claude

Claude había esperado toda la tarde, incluso la asistente de la señora Kassandra le había comprado un almuerzo. El reloj parecía ir a un ritmo distinto, y cada vez más lento; cada cinco minutos pesaba que se marchaba y no esperaba más, los otros cinco sólo pensaba en que aquí estaba la solución a su problema.

En todo ese tiempo se había trajinado las revistas viejas que estaban en el mostrador. Había visto a los que entraban y salían. Realmente había movimiento en este lugar, parecía una sala medica, donde los pacientes entraban al consultorio y los demás afuera esperaban angustiados a que saliera el que estaba dentro.

En todo ese rato aquella mujer seca que lo había recibido había atendido a unas cinco parejas, y con cada una parecía demorarse casi la hora entera. Vio salir a la ultima pareja dentro y constató que habían por lo menos otras tres esperando; pero Doña Kassandra no era la única que atendía. Vio levantarse a una pareja y avanzar al mostrador. «Mierda, es otra hora más de espera», pensó el chico. Pero para su sorpresa la chica del mostrador le dijo que la señora lo esperaba dentro.

Claude entró. La mujer no estaba en su escritorio, sino sentada en una silla de un juego de mesa de te que estaba al lado del gran ventanal de la oficina. La mujer hizo el gesto al hombre que se sentara en otras de las delgadas sillas del juego.

Él hizo como se le indicó.

—¿Cómo esta la pequeña Helga?, —preguntó la mujer sin mayor protocolo.

—Hermosa, es una niña muy avispada, va ha ser un dolor de cabeza para Paúl cuando crezca.

—Me alegro que este bien. ¿Puede responderme una pregunta señor Chertov?

—Seguro, pero puede decirme Claude.

—Bien señor Chertov, me puede aclarar cuál es su relación real con la señora Olga Koslov de Torres. Usted dijo que era su casi hermana, y sinceramente, reconozco que no se que clase de relación filial es 'casi hermana'.

Claude miró a la mujer, quien hablaba con gran calma y mientras preguntaba servía un par de tazas de té de una tetera que hacía juego al conjunto de loza blanca y líneas doradas. Colocando una taza para ella y otra a él.

—Eso, casi hermana, —respondió el chico.

—Por favor señor Chertov, necesito que se aclare, vamos a hacerlo de otra forma, ¿desde cuándo conoce usted a la señora Koslov?

—Diez años aproximadamente.

—¿Cómo la conoció?

—Por mi padre, cumplí dieciséis años y él me llevó a..., —Claude cayó no sabía como decir esto.

—¿A....?

—Él me dijo que me iba a dar el mismo regalo que su padre a esa edad...

La mujer siguió mirándolo con cara de interrogante, mientras agarraba la taza de té en sus manos y colocaba un cubo de azúcar, y con gestos preguntaba al chico cuantas quería en su té. Él con la mano levantó dos dedos; y finalmente completó la frase.

—Que era hora de volverme un hombre y que me iba a llevar con una mujer para demostrarle que ya era un hombre de verdad, —dijo apresurado como tratando de saltar el tema.

—Y lo llevó a un burdel, ahí trabajaba la señora Koslov.

Claude asintió.

—¿Y como le fue en su primera vez?, —la mujer agarró su taza y sorbió un poco de la caliente bebida.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora