Capítulo XII

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Claude

Claude tenía entre sus brazos a la pequeña Helga. Ambos sentados en una mecedora del porche en aquella cabaña de cacería donde Olga se había mudado para esconder y proteger a la niña del alboroto que Claude y Ariel habían provocado en su entorno.

—Ya se durmió..., —Claude dijo suavemente a la mujer sentada en la otra mecedora a su lado.

—Tú siempre tienes ese efecto en ella, conmigo tarda horas.

—La llevamos a su cama.

—Se ve bien ahí contigo, —dijo sosegada la mujer. —Esperemos un poco más, todavía no hace frío.

—¿No estas molesta verdad?

—¿Por qué lo dices?

—Piensas que debí haberme regresado a la ciudad con Tomás y aquellos camioneros que enviaron a buscarnos, en vez de pedir que me trajeran aquí.

—¿Importa eso realmente?, —dijo la mujer mostrando cara indiferente.

—No se por qué, pero creo que sigo molesto.

—Con Ariel espero. No me digas que esperabas al príncipe no tan encantador en su corcel blanco llegando a rescatarte.

—Tiene un viejo carro azul, y una moto, pero si, lo hubiera preferido.

—Quién me lo diría, el centrado Claude es un romántico en el fondo; —dijo la mujer soltado una risa suave.

—Te burlas de mi, pero si tú eres más romántica que yo, y al menos tienes a alguien que te ama.

—Cierto, —dijo Olga más serena. —Tuve suerte al final de todo.

—Nunca te pregunté, ¿cómo conociste a Paúl?

—De puta en ese lugar, pero al igual no fue fácil al inicio.

—En estos días no he dejado de pensar en la casa de Madame Sorel, me pregunto que habrá pasado ahí después de que me escapé.

—A veces es mejor no saber.

—¿Nunca te comunicaste con ella?

—No; esa es una parte de mi vida de la que realmente no quiero recordar nada.

Olga mentía y Claude lo podía sentir en su voz, pero no preguntó más. Era parte del mutuo acuerdo silencioso que ambos habían hecho tras volverse a encontrase; nunca hablar sobre ese pasado. Aunque Claude ahora sentía a necesidad de volver a hablar de ello, era algo que había enterrado por muchos años, pero haberle contado a Tomás fue abrir un grifo que no quería cerrarse nuevamente, eso para el hombre era un problema serio, uno que estaba empezando a molestarle realmente.

Olga por su parte recordaba muy bien esa época, estaba grabada en su mente, heridas y cicatrices en su psique las hacían imposible de olvidar; sólo la existencia de Helga había disminuido en ella esos terrores nocturnos que aún la acosaban en las noches, despertando de golpe asustada y temerosa; recordaba el haber sido una chica sin familia, traída con engaño a una gran ciudad en un país extranjero, le prometieron un esposo que deseaba una chica joven linda y sana, y ella sólo terminó encerrada en una casa de putas, atrapada sin pasaporte y documentos; chantajeada y amenazada tuvo que hacer cosas que aún no olvidaba; pero finalmente encontró una salida, un cliente necesitaba información y ella aprovechó para pedir a cambio que la dejaran marcharse con sus documentos, fue un trato justo en ese momento, pero estaba cargando las consecuencias de ese trato, y lo tenía al frente de ella en este momento.

—Te vendí, —dijo Olga suavemente.

Claude la miró intrigado, no entendía de que hablaba.

—Te vendí a ti para poder salir de aquella casa, —repitió la mujer.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora