Capítulo XXVI

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Claude

No eran aún las nueve de la mañana de aquel sábado y Claude salía presuroso del apartamento. Ayer Ariel había llegado más loquito que nunca, hablaba de vampiros, zombies y quien sabe que loquera más. Lo único que pudo sacarle que tuviera sentido fue lo de aquel chico, Elegguá, al que dispararon en un tribunal años atrás. Tocó el timbre y esperó, sabía bien que no eran horas de visitas, pero prefería en esos momentos estar lo más lejos posible de Grillo y sus demencias; más después de la visita sorpresa días atrás de doña Kassandra y sus advertencias.

Don Emilio abrió la puerta con cara de pocos amigos, Claude puso su sonrisa más grande a modo de amortiguar el golpe, a ese señor no le caía bien y eso era evidente.

—¿Qué desea joven?, —dijo el mayor.

—¿Se encuentra doña Asia?, —se atrevió a preguntar esperanzado el chico. Él no quería salir a la calle, eso implicaba disfrazarse y escapar por el apartamento secundario, y no tenía ganas, así como tiempo, para ponerse en esas acciones, más con Grillo en ese estado de hiperactividad; ese no había dormido toda la noche pegado a aquella sala de computadoras buscando quien sabía qué.

—¡Asia, te buscan!, —gritó don Emilio.

La mujer salió algo presurosa, iba secándose las manos en un paño de la cocina y acomodándose el mandil. La mujer mostraba una cara no muy divertida, al parecer no encontraba de buenos modales recibir visitas a esas horas tan tempranas de la mañana. Su rostro cambio al ver a Claude, seguramente recordaba su último encuentro donde le decía al chico que era bienvenido en todo momento y circunstancia; y ella sólo entonces pensando en chismes frescos de la 'pareja gay del momento'.

—Siento mi visita tan temprano, pero tenía que salir de casa y hablar con alguien, —explicó el chico, mientras levantaba una caja fina de cartón y se la enseñaba a la mujer. —Son en agradecimiento por su torta, son pastilás, una especialidad de mi hermana y un típico dulce ruso, no superan su torta, pero le aseguro que las disfrutara una tarde acompañado un buen postre o helado; —completó el chico a modo de excusa.

La mujer recibió la caja y le permitió entrar al chico.

—¿Y tu esposo, está todo bien entre ustedes?, —interrogó la mujer, mientras se sentaban en la mesita del recibidor.

Don Emilio se mantuvo cerca, el juanete del pie le había empezado a doler al momento que este chico apareció por la puerta, y eso para él era indicativo de que algo no iba bien con este fulano. Y estuvo escuchado la conversación de su mujer con el rubio, mientras hacía que leía el periódico, ahí sentado en el sillón del salón vecino.

—Tan bien como se puede, —dijo Claude con una sonrisa, no era para seguir echando chismes de su relación personal, sabiendo la lengua de esta mujer; basto que Ariel en su disfraz del viejo Gaspar soltara una mentira para que aquella mujer hiciera correr la nueva como incendio en sabana. —Ahorita anda trajinando toda la red tras una vieja historia, y no me pregunte que busca en ello.

—¿Vieja historia?, —miró dudosa doña Asia.

—Si, al parecer es algo que paso hace más de una década, un chico, un tal Elegguá, creo que así lo llamó, le dispararon tras dar declaraciones en contra de una red de prostitución infantil, eso es lo único que pude sacarle; —explico el chico.

Claude observó que sus palabras afectaron a la mujer, que se quedó muda. 

—Así no se llamaba ese chico, —dijo don Emilio, quien por primera vez se involucraba en una conversación entre Claude y su mujer.

—¿Cómo dice?, —preguntó Claude girando su rostro al hombre, este se levantaba y acercaba a la mesa donde estaban sentados los otros dos, y ahora se sentaba en otras de las sillas del lugar.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora