Capítulo XXIV

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Claude

Paúl había llegado a eso de las ocho de la mañana aquel martes, Claude abrió extrañado la puerta, dada la hora de la visita. Paúl agarró a Claude y le grito fuerte a Ariel dentro, quien se asomaba para saludar al 'casi cuñado'.

—Me lo llevo, voy a estar en la cabaña de cacería por cualquier cosa, te lo devuelvo esta tarde o mañana en la tarde, —y dicho esto agarró a Claude por la muñeca y casi lo arrastró hasta el ascensor para salir del edificio. El chico apenas pudo agarrar su teléfono móvil y sus llaves antes de ser arrastrado por Paúl; para cuando Ariel quiso hacer o decir algo era tarde, los otros dos bajaban por el ascensor, la cara de Claude era una mezcla de no saber que pasaba y de no ser su culpa; bien al regreso le preguntaría a rubio cuál era la urgencia del 'cuñado'.

Ya en el carro y en camino a la pequeña cabaña privada a las afueras de la ciudad, donde habían estado ocultas Olga y Helga varias semanas, Claude trató de saber el motivo de tamaña acción tan acelerada; y le preguntó por ello al otro que iba de chófer.

Paúl murmuró algo pero que a Claude sólo escuchó como gruñidos y ladridos sin nada de entendimiento. Tan pronto llegaron ayudó al hombre a bajar unas cajas y bolsas de basuras llenas de latas y viejas lozas de arcilla. Las siguientes tres horas las paso colocando aquellas latas sobre distintos pilotes y vigas de verjas, así como arrojándolas al aire, mientras Paúl, alternado entre rifles, fusiles y pistolas practicaba el tiro al blanco con aquellos objetos.

Al final, ya más de medio día y con Paúl gritando: "lanza", una y otra vez; Claude ya no podía seguir de pitcher, los brazos le dolían y no soportaba más el ruido de los disparos, sudaba como perro, mientras el cuñado muy cómodo sobre un banco le indicaba que siguiera. Claude simplemente paró.

—Bien, bien, alfeñique, puedes descansar; —dijo finalmente Paúl; quien se paraba de donde estaba e iba al vehículo a buscar en la cava de hielo alguna cerveza bien fría.

Claude se acercó para acompañar al cuñado y tomar algo también, no había sudado así en años y realmente le dolían los brazos de estar lanzando aquellos potes de latón y de cerámica por casi tres horas seguidas. Paúl no había errado ni una sola vez aquellos tiros. Las primeras veces que disparó Claude se brincó con el ruido del arma, pese a que él ya había estado en sitios donde era común dada las disputas fronterizas en los países cerca de Rusia; lugares que había usado para poder escapar como refugiado. Él había manejado rifles, y sabía disparar revólveres y pistolas; pero nunca estuvo tan cerca de un fusil de asalto, y ver como destrozaban y volvían polvo aquellas marmitas y platos lo asustaba realmente; esa era un arma potente.

—¿Y bien, qué pasa?, —se atrevió a preguntar el rubio al otro hombre.

—Olga, —respondió Paúl.

—¿Olga, qué hizo Olga para que estés así?

—Estudia, ahora estudia y esta muy cansada para hacer el amor, —explico Paúl. —Tengo más de una semana sin sexo; me paso toda la semana viendo a decenas tipos y fulanas follando ante las cámaras, estoy caliente todo el día y espero llegar a casa y poder descargarme un poco, pero ella esta ocupada estudiando para tal o cual examen. No, no puedo seguir así; te lo juro cuñado, si fueras chica te violo seguido una y otra vez hasta confirmar que estas embarazada.

Claude al fin entendía los gruñidos del cuñado en el carro. El rubio sonrió, toda la furia desatada de Paúl era motivada a que necesitaba descargarse por algún lado.

—Ya veo, tú lo que estás es loco por tener un hermano para Helguita, —comentó divertido.

—Sexo, no entiendes que lo que quiero es sexo normal, de ser posible cada noche; Olga antes no era así, desde que estudia parece monja de claustro, ni siquiera una travesura con el cura que las confiesa una vez al mes.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora