Capítulo XXXI

785 112 13
                                    

A. J. Phoenix

Claude entraba en el apartamento, atrás lo seguía Ariel. El rubio iba para el baño, necesitaba urgente una ducha. Ariel lo siguió; y mientras se desnudaba, Ariel lo agarró, lo abrazó y lo besó.

—Ahora, —dijo Ariel.

—¿Ahora qué?

—A la cama, —explicó. —Te quiero en la cama, así como estás, todo sudado, oliendo sucio, y listo para mi.

—¿Estás de coña, verdad?

Ya no pudo decir más, Ariel lo beso nuevamente y lo agarró fuerte; lo levantó y cargó al cuarto. Lo lanzó a la cama y empezó a quitarse la ropa, incluidas aquellas mangas con aquellos tatuajes falsos que le cubrían los brazos.

—¡Estás de coña, es definitivo!; —sonrió Claude que miraba al otro quedarse desnudo en su presencia.

Ariel avanzó, y subió sobre Claude, volvió a besarle.

—En tu perfil en línea, los otros modelos dicen que sabes chupar, que eres mejor que una mujer; yo no me lo creo; —susurró Ariel mientras seguía besado el rostro y los labios del chico abajo. —Por qué no me lo demuestras, me das una prueba de que es verdad todo lo que dicen aquellos que te han roto el culo antes. 

—¿Qué te pasa?, ¿te has terminado de volver loco?, —reclamó Claude, intentando quitarse al otro de encima, que no siguiera besándolo, que aquellos labios no siguieran mordisqueando sus orejas y descendiendo por su cuello.

—Vamos, mira como estás, que estás esperando; —insistió Ariel, quien le agarraba el pene duro al otro.

Claude miró a los ojos del otro, miró esos ojos azul oscuro, a aquellos ojos que un año antes enloquecían a cientos de mujeres al verlos en la pantalla chica. El cabello oscuro alborotado sobre la frente, la barba de dos días que daba una sombra a aquel rostro perfecto. Dios, aún no creía su suerte, no creía que pudiera estar casado con el sujeto que cientos adoraron y luego crucificaron.

Él había leído los periódicos de aquellos meses atrás cuando su 'boda' se volvió noticia. Y la sorpresa que se llevaron todos al reconocerlo todo cambiado en el tribunal. Esas fueron semanas divertidas, luego la rutina; un Grillo cada vez más raro, cada vez más hermético, uno que no soltaba prenda y que decía poco de sus planes; planes en los cuales él era sólo un maldito peón en el juego de aquel hombre; un juego que había aceptado sólo para poder sobrevivir.

Que cobarde era, tenía algo de dinero ahorrado, si lo expulsaban del país, podría ir a otro más. Uno donde no lo conociera nadie; se podría teñir el pelo, incluso la piel; ya sabía como hacerlo, algo había aprendido estos meses con Grillo. Pero había un problema, era un indocumentado, aquí y en su propia patria, no podía escapar, estaba atrapado en este maldito juego y en este lugar; incluso encerrado con este dios griego reencarnado en hombre.

Ariel lo seguía besando, sus labios ya pasaban del cuello y empezaban a moverse por el torso del otro; alcanzando una de las erectas tetillas, y besándola como gatito que mama en el seno de la madre gata.

—Basta, —insistió Claude.

—Chupamela, —le insistió el otro.

—No, —negó Claude.

Ariel siguió descendiendo, Claude no se podía mover, no podía con las sensaciones, con la excitación que estaba experimentando. Y Ariel iba ya por su ombligo, y la lengua entraba dentro.

—Basta por favor, no puedo, —seguía rogando Claude.

Ariel siguió bajando, besaba el pubis del rubio, un pubis afeitado y liso; lo lamía como se lame una barquilla de helado. El pene en la mano erecto apuntando al cielo. Claude cerró los ojos al sentir los labios besando su glande, y los abrió en incredulidad cuando aquella boca devoró su órgano. La cabeza de Ariel empezó a subir y bajar en aquel pene. Y bajo hasta alcanzar la empuñadura, lo comió hasta que la saliva corría por el pubis liso abajo.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora