Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02

Capítulo XLIV

Claude

La revelación de Sandra en la pantalla chica había dejado mudo a todo el mundo. La mujer sonreía satisfecha, recibiría con ello el premio a la periodista del año; incluso pensaba dejar atrás a La Gaceta. Simón no le hizo caso; bien ella era dueña de esta historia y todos los diarios, radios y televisoras se la pelearían.

La pantalla estaba ahora dividida en dos, una parte con Sandra y su sonrisa de triunfo; la otra con el rostro aterrado de Claude. No, él podía ser muchas cosas pero no era un asesino, de eso estaba plenamente seguro. Pero él no podía ser devuelto a Ucrania, apenas pusiera un pie en alguna de esas prisiones, su padre se encargaría de mandarlo al otro mundo; imaginarse que todos supieran que tenía un hijo maricón, prostituto, actor porno y de paso asesino; no eso estaba seguro que aquel hombre no lo iba a permitir.

Ya le había dicho a doña Kassandra que no le tenía miedo a la muerte; eso era cierto, llevaba muchos años aterrado que quizás irse de este mundo le trajera algo de paz. Pero, sabía bien que ese paso al otro lado no iba a ser rápido e instantáneo si lo agarraba su progenitor; lo iban a torturar una y otra vez; hasta que finalmente se desangrara internamente, o que el corazón se le reventara y sería una muerte muy dolorosa. Bien, se dijo en ese momento; antes de que lo atraparan se suicidaba; haría como hizo el pobre sobrino de doña Asia, que se lanzó del piso más alto. Si la policía entrará a llevárselo, correría y subiría hasta la azotea de este lugar y se lanzaría boca abajo desde esa altura.

Sintió que Ariel le aprieta la mano con fuerza. Lo esta agarrando tan duro que si intentara correr no podría. Gira su rostro y mira al hombre a su lado. Ariel acerca su rostro y lo besa. Lo besa como se besa a un amante, lo besa profundo y duro. Cuando el beso termina Ariel sonríe.

—No temas, yo me encargo de todo, —le susurra.

Ariel lo suelta y empieza a aplaudir, es un aplauso de felicitación. Todos en el estudio se quedan perplejos. Sólo hay otra persona que aplaude. La gran Doris. 

Sandra no entiende que pasa. ¿Por qué el desgraciado sonríe de esa forma?, ¿qué le causa tanta gracia? Es que no acaba de escuchar lo que acaba de decir. 

Ariel levanta su mano derecha con tres dedos en alto. Todos miran el gesto. Luego la desciende un poco y levanta el indice nada más y truena los dedos, al igual que algunos hacen para llamar al camarero. Las luces de todo el lugar bajan a la mitad. La pantalla número uno, detrás de Sofía y Jorge se ilumina. Empieza a correr un vídeo.

—Si, me está captando, —dice un chico en la imagen; en la parte inferior de la pantalla esta una ventanita, es la imagen de Doris.

—Perfectamente y claro Christian cariño, como está tu viaje por Rusia, —dijo Doris.

—Genial, —responde Christian Mole, —aún hace mucho frío acá, es marzo y esta nevando aún.

—¿Averiguaste lo que te pedí cariño?

—Si jefa, me puse en contacto con mi amiga Dasha, ella ha seguido de cerca el tema y ha hablado con varias de las muchachas de aquel burdel, —dijo el chico, quien movía la cámara de su teléfono y mostraba a su lado a la chica y a otras más atrás. —Dasha a mi lado me va a servir de traductora y explicar lo que se sabe.

—¿Bien cuál es el resumen?, —preguntó Doris.

—Las policías de Rusia y Ucrania han unido esfuerzos con la interpol, —dijo Dasha. —La muerte de la madame de aquel antro fue sólo una de las muchas más vinculadas a una red de trata de blancas en toda Europa oriental. Las chicas eran engañadas en sus pueblos con la promesa de conseguirles marido y luego tras quitarles los pasaportes las ponían a trabajar de meretrices. A aquellas que intentaban fugarse o se hacían las difíciles las mataban cruelmente es sádicos juegos sexuales.