Capítulo XI

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A. J. Phoenix

El sonido intermitente de un teléfono móvil terminó por despertar a Paúl. Dado que Olga se encontraba fuera de la ciudad, y que la filmación había tomado hasta casi la salida del sol. Paúl había permanecido despierto hasta que todos se hubiesen marchado esa mañana; para compensar su cansancio se tomó un par de pastillas y se fue a dormir en una de las habitaciones de aquella casa con piscina en las afueras de San Alba rodeada de altos muros para evitar las miradas indiscretas de lo que ocurría dentro, y que el estudio alquilaba regularmente para las grabaciones en exteriores. 

Decían las malas lenguas que aquella propiedad había pertenecido a algún jefe de cartel de droga, y que tras la muerte del sujeto, los herederos, huidos del país, la alquilaban de tanto en tanto, pero dada la fama de la propiedad nadie había decidido comprarla. Paúl dudaba de la versión ya que era algo pequeña apenas cerca de ochenta metros de construcción y el lote donde se ubicaba no tenía más del doble de esas dimensiones; eso si se piensa que era de alguien con dinero, sucio o no; la propiedad construida en un estilo de moderno, minimalista, con paredes blancas pero acabado rustico de yeso, con techo plano, una única planta; tenía una gran sala comedor cocina abierta a una piscina regular cuadrada en el centro de patio interior a donde daban todos los espacios, y unos dos dormitorios de mediano tamaño con un baño compartido y sin paredes; además de la ducha externas para la piscina y un medio baño en el patio único donde terminaban las únicas ventanas. 

Para Paúl fue el escondite de algún sujeto y su amante, lugar donde se fugaban lejos de las miradas indiscretas con aquellos muros rodeando la propiedad de casi tres metros de alto; cuyo único acceso era un portón al estacionamiento lateral techado, con capacidad de hasta cuatro carros dentro en fila. Según Paul cuando se acabó el asunto simplemente la alquilaban en plan de motel para aquellos en igual situación. El sitió, dada su distribución interna permitía incluso montarse una fiesta y parrilla con amigos sin que ninguna de las propiedades vecinas pudieran reclamar nada. A él le encantaba grabar en el sitio dado lo amplio del salón y su apertura sin ventanas y puertas a aquella piscina, y aquellos baños además permitían el uso de cámaras sin estar chocando contra las paredes.

El sonido del teléfono hacía eco en su cabeza que aún no entraba en sintonía con el mundo exterior. No era su celular, era el teléfono rojo, como él decía; el que usaban exclusivamente él y Olga.

—¡Aló, Olga!, —dijo.

—¿A qué hora terminan de follar a Claude? —dijo una voz molesta al otro lado.

—¿Aló, Olga?, —volvió a repetir Paúl.

—¿Dónde mierda está Claude?, —dijo la voz en tono más alto y fuerte.

—¿Quien habla?

—¿Dónde mierda está Claude?, —repitió la voz.

—¿Cuñado, eres tú?, —preguntó Paúl.

—¿Dónde mierda está Claude?, —repitió por tercera vez la voz.

—Pero de que hablas, qué hora es..., —Paúl trató de enfocar sus ojos para agarrar su celular diario y mirar la hora del reloj, «3:48 PM», vio. —Son casi las cuatro de la tarde..., —dijo más para si mismo que para el otro en el teléfono.

—¿Dónde mierda está Claude?, —repitió por última vez la voz.

—Lo vino a buscar Tomás temprano esta mañana, a eso de las ocho, no se más nada.

—No han llegado.

—No puede ser, ¿los has llamado?

—Ninguno responde.

Sólo Negocios - Serie: Agencia Matrimonial - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora