Saga Forks I
❝ En Forks todo parece normal.
Escogí este lugar porque podía brindarnos la tranquilidad
que necesitábamos.
Pero lo que entre los verdes bosques se esconde
escapa a cualquier raciocinio humano.
¿Y qué puede hacer una chica como yo
frent...
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Aspiro el aire fresco del bosque y sonrío al sentir a Jasper detrás de mí. No me giro para mirarlo; tampoco es necesario, pues sabe perfectamente lo que pretendo. Echo a correr dejándolo atrás fácilmente, viendo los árboles pasar a mi lado como un borrón verde. El viento en mi rostro despeinando mi cabello sabe a libertad. A pesar de que en varias ocasiones está a punto de alcanzarme no lo logra y soy la primera en llegar a lo alto de la colina.
- Otra vez -le digo mientras me abraza por detrás. Sonrío ante su tacto. Jasper es lo más maravilloso que podría haber en mi vida, ahora y siempre.
- Es la velocidad de neófita, cuando esto pase ya no serás capaz de vencerme -chulea seguro de sí mismo.
Cojo su brazo y en un movimiento rápido e imprevisible lo tumbo en el suelo. Me acomodo sobre él a horcajadas y aparto mi cabello del rostro con un movimiento de cabeza. Me mira con dulzura.
- Esa excusa no te durará siempre, Jazz. ¿Qué harás cuando deje de serlo y todavía pueda ganarte? -inquiero alzando una ceja.
- Casarme contigo.
Mi cuerpo se tensa levemente, aunque casi consigo que no se note. Cuando Jasper me pidió matrimonio me negué. No es que no quiera casarme con él; al contrario, me encantaría. Pero siempre he soñado con mi boda como algo perfecto, y ahora no lo será hasta que pueda estar cómodamente junto a un humano. Necesito a mi madre conmigo. Jasper lo entiende perfectamente, como siempre hace. Acaricio su rostro con una de mis manos.
- Algún día, Jasper. Te lo prometo. -Cierro los ojos y suspiro. A pesar de no necesitar respirar todavía tengo ese reflejo, uno que tardará en irse.
- Lo sé, no tengo prisa. Tenemos toda la eternidad.
Sonrío ante sus palabras, pero un aroma me desequilibra los sentidos. Mi primer instinto es correr hacia el olor de la sangre, aunque me detengo junto al árbol más cercano. El ardor en mi pecho asciende a pasos agigantados; duele horrores. En un intento de controlar la sed me aferro con fuerza a la corteza que está bajo mis manos, destrozándola en segundos. Jasper llega como una bocanada de aire fresco. Poco a poco consigo relajarme, y el fuego se va apagando hasta solo quedar cenizas de este. Lo miro a los ojos, que titilan al observarme. Nunca me acostumbraré a que me mire así; es maravilloso.
