Capítulo 3

19 0 0
                                    

Entramos a su habitación. Las paredes eran rosas y las sábanas violetas. En la cabeza de la cama había un portarretrato con una foto de ella y su hermano cuando eran pequeños. Un montón de dibujos yacían sobre una mesa ratona delante de esta.
Algunos no estaban del todo terminados mientras que otros se podían mejorar bastante. Sin embargo, era terriblemente buena para su edad. Tenía talento.
­­—¡Qué lindo que es tu cuarto Tamar! ¡Me encanta! —exclamé con un brillo particular en los ojos.
—¡¿En serio?! —respondió de brazos cruzados— ¡Yo lo odio! —agregó mirándome disconforme.
No dije nada más con tal de que no hubiera quilombo. Solo me senté sobre su cama y comencé a juguetear con un llavero que había arriba de la mesa ratona. La hermana de mi mejor amigo hizo una mueca de confusión suponiendo que iba a preguntarle sobre por qué le desagradaba su habitación. Pero yo no pensaba darle ese gusto y continuaría haciéndome la indiferente hasta que explotara de alguna emoción. No quería ser cruel ni darle a entender que no me importaba
–pues lo hacía y mucho–. Aunque tampoco me interesaban los caprichos de una niña rebelde que intentaba llamar la atención.
Estudiaba psicología porque no deseaba que las personas me siguieran pasando por encima por el resto de mi vida. Nada de manipulaciones absurdas que solo llevan a arrepentimientos y al final te terminan arruinando la vida.
Lu te podía escuchar, y entender, y aconsejar; y todo lo que quisieras. Pero ya no más a un punto en el cual finalice profundamente lastimada. Había que aprender a poner límites en algún momento... y después de tanto tiempo había llegado la hora...
—¿Vos también estás triste de vez en cuándo?
—Abrí los ojos bruscamente desprendiéndome de mis pensamientos— A mi papá no le gusta para nada. Una vez un compañero de Mati se puso a llorar en su cumpleaños. Mi viejo le pidió que dejara de ser un MARICÓN y que se calmara porque los vecinos estaban durmiendo la siesta. Acto seguido, se devoró una porción de torta y bebió tres vasos de vino mientras el chico permanecía afligido. Cuando su mamá llegó hubo una discusión y lo arrastraron a la corte... es una larga historia aunque creo que ya te estoy aburriendo.
—¡¿Qué?! ¡No tontita!
—contesté mientras dejaba el llavero en su lugar. Estaba impactada por su comentario— De hecho, me parece súper interesante amiga. Sé que el señor Fischer es un poco... primario; no obstante, considero que deberías decirle lo que pensás sobre él. Porque si no todo se va a acumular y se va a hacer una pelota gigante... ¡Y después sí que no hay vuelta atrás!
—Decime si estoy loca. Pero eso me parece algo medio personal. ¿No?
—Solo pienso responder que tal apreciación es impresionante. Como una consecuencia, quién la dijo es inteligente.
—¡Ojalá mi papucho sintiera lo mismo!
—exclamó cabizbaja—¡Siempre se enoja en razón de que no hago la tarea de matemática!
—¿Acaso es difícil?
—pregunté confundida. A mí nunca me había costado hacerla por lo menos en primaria.
—No... —musitó— ¡Lo que pasa es que me cuesta mantener la atención!
—¡Interesante! —Pensé— ¡A su edad yo hubiera dicho que es aburrido y punto! ¡Es curioso que se dé cuenta de que tiene que ver con eso! Escuchamos un par de pasos mezclados con gritos desde abajo. Al parecer, su hermano se había mandado una grande y por ende su padre le daba su merecido. Sin embargo, los alaridos continuaron por un par de minutos a pesar de que nunca se oyó la voz de Matías.
Miré a Tamar con un poco de pena al notar que debería ser un infierno aguantarse a Fischer todos los días. Ella, por su parte, observaba impertérrita la vista panorámica que se podía apreciar desde la ventana de su cuarto. No obstante, se notaba como sufría al darse cuenta de que ese loco sin remedio había perdido la cabeza. Y resulta que era horrible. Era horrible verla así y tenía que hacer algo con tal de cambiar al menos un poco las cosas en esa casa. De todos modos, necesitaba aplicar los límites con alguien en algún momento y este parecía ser el perfecto.
Un hombre golpeó la puerta de repente tomándonos de sorpresa. Era mi mejor amigo y al parecer nos estaba buscando.
—¡¿Lucía?! —cuestionó asombrado— ¡¿Qué se supone que estás haciendo con la rara de mi hermana?!
—Solo hablamos un rato... —Tamar rodó los ojos indignada por su comentario—¿Te parece mal? —agregué sin pensarlo más de una vez.
—No... —respondió extremadamente sumiso. Por más que le costara admitirlo; me quería casi como a una hermana (se entiende el punto); y me protegería de quién fuera por más riesgoso que le resultara. Básicamente, era la única amiga verdadera que tenía y pues NUNCA me contradecía— ¿Qué tal si vamos a la “plazita” con los pibes? ¡Mario te quiere ver, no nos juntamos hace banda!
—¡No! —exclamé sumamente seria.
—Me parece que no te escuché bien. ¿Qué dijiste?
—¡Qué no sordo! ¡Lo lamento por él, pero ahora estoy ocupada con una “conversación de chicas”!
—¡¿En serio preferís quedarte con esta ALIENÍGENA en vez de venir a pasar el rato con nosotros?!
—Me parece que no te escuché bien. ¿Qué dijiste?
—Qué si en serio preferís quedarte con ella en vez de venir a pasar el rato con nosotros.
—¡No me refiero a eso PEDAZO DE IMBÉCIL! ¡¿Cómo fue qué denominaste a tu hermana?!
—Emm... arguyo que hoy estás medio sensible.
—¡Le dijiste ALIENÍGENA! —aclaré tan furiosa que casi le pego un puñetazo a la pared— ¡Y todos los días estoy medio sensible! ¡De hecho, siempre suelo estar tan frágil como una taza de porcelana!
—agregué mientras comenzaba a patear la cama con violencia.
—Yo que vos lo dejaría así muere solo y arrepentido como tanto se lo merece...
—Observamos a la preadolescente con un asombro particular—Ahora me voy a la hamaca junto al cementerio. ¡NO nos vemos más tarde!
Se alejó de la habitación cuando noté que me había roto el meñique. Maldecí en mi mente mientras Fischer miraba a la nada boquiabierto. Esa chica era un “fuego” de los que hay que escarbar para encontrar. Simplemente me impresionaba. Casi como si fuera un reflejo de lo que; en ese momento, me hubiera gustado llegar a ser en un futuro no tan lejano... a esa sí que no le volverían a pasar por encima...
Matías salió de su estado de hipnosis. No obstante, continuaba sin sonreír y eso sí que me preocupaba bastante. De todas maneras, era cuestión de que madurara tal como lo había hecho su hermana. Sin embargo, lo necesitaba por más inmaduro que fuera... me dolía mucho la psiquis y quería llorar hasta que se me acabaran tanto las lágrimas como la bronca de no saber qué hacer con mi persona...

Maldita reina de Francia: una obra sublime (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora