—Ayer empecé terapia… —dijo la preadolescente rompiendo el silencio de repente. Nosotros dos nos miramos mudos sin disimular la sorpresa que nos causaba ese preciso comentario; hasta diría que me generó una especie de alivio escucharlo— ¡Mi nueva psicóloga es toda una genia, me analiza la subjetividad mediante el hecho de hacer dibujos!
—¡¿Eso no es para niños?!
—exclamó el venezolano ganándose una mirada rencorosa de parte de ambas— ¡A mí me parece insulso, ambiguo y poco realista! ¡Pero cada uno puede dar terapia cómo se le plazca! —agregó notablemente disconforme. Yo juro que lo quería matar de la forma más sencilla posible: quizás con veneno o tal vez con un arma; solo deseaba que pagase con dolor por pasarse de imbécil. Así pues, la nueva Lu tomaría partido por Tamar y la creatividad de su loca analista. Por consiguiente, agarré a Víctor de la camisa y lo pellizqué en el pezón izquierdo para que me hiciera el bendito favor de CERRAR EL CULO y solo oír atentamente a la buenarda de Fischer. Curiosamente para mí, su pecho estaba razonablemente apetecible. No obstante –y por desgracia de muchas–, tenía una cara de PIMIENTO que no era del agrado de la mayoría de las drogadictas. Aunque sí; al notar que sobre sus abdominales se podía jugar al ajedrez, lo cierto es que se me humedeció un poco todo lo que viene a ser la entrepierna. Sin embargo, me senté cómodamente cuando volví a romper el hielo.
—¿Y cómo se llama la señorita “evaluación diagnóstica del dibujo preadolescente”? ¿Acaso está en Linkendin?
—¡Artemisa Reddington! —respondió terriblemente efusiva— ¡Y no sé qué es eso, vieja decrépita!
Busqué su perfil y la encontré luego de unos cuantos. Al parecer pertenecía a una corriente de estas que hablan sobre “las energías que nos unen” y “cómo los astros determinan nuestro ESTÚPIDO destino”. Nacida en Suiza, Neuchâtel –curiosamente como Piaget– había escrito un montón de artículos para los diarios de ese país. De todos modos, solo tenía un diploma en una tonta universidad privada que seguro era malísima comparada con la UBA. Además, sus previos trabajos se relacionaban con la medicina naturista y el acicalamiento de ricachonas –de las cuales la mayor parte muy probablemente ya estaba en la tercera edad y usaba peluca–. Si bien no parecía la mujer más capacitada del universo, permanecí entusiasmada mientras la hermana de mi ex mejor amigo sonreía conforme. Acto seguido, los chicos se disculparon tomándome desprevenida. Nos habíamos olvidado de ellos pues yo argüí que ya se habían ido. Como consecuencia de esto, las miradas de la gente continuaban deliberadamente sobre mi cuerpo. ¿Y qué quieren qué les diga? La verdad es que de repente me sentía espectacular: desde chiquita siempre hacía todo lo posible por llamar la atención. Así pues, lo cierto es que me fascinaba que me observaran atónitos. No obstante, en el fondo era tímida, y sensible; y odiaba cuando los demás se reían de mí como imbéciles. Por ende, en realidad lo único que me había hecho falta era perder ese atormentante desprecio hacia mí misma.
—Ya está bro... el daño ya está hecho… —Ambos se miraron como si estuvieran arrepentidos de faltarle el respeto a la MALDITA reina de Francia— Sin embargo, la próxima vez que te pase algo malo podrías tratar de enfrentarlo sin la necesidad de maldecir a una ninfa como yo. Gracias a Dios, no te hacés ni la más pálida idea de lo difícil que es ser tan hermosa y tener tan buen cuerpo. Para ustedes es más sencillo porque no los raptan y los violan; pero si fueras del sexo más débil entenderías lo que te digo: no te hacés una idea de la cantidad de PETES que realicé sin tener ganas realmente... Aunque sos hombre y por consiguiente no entendés ese sufrimiento.
—Bueno… —Nosotras dos rodamos los ojos exactamente al mismo tiempo; el negro también solo que un par de milésimas de segundo después. Por su parte, el resto de los clientes estaba muy ocupado admirando mi impresionante elocuencia –y también por qué no mi “lenguaje no verbal”–. (Qué conste que esto no lo escribo siendo egocéntrica… Bueno, quizás un poco pero la mayoría del tiempo soy una persona más bien humilde)— Gracias por la lección señorita “evaluación diagnóstica de un virgen resentido”
—Su amigo bufó por lo bajo cuando los individuos volvieron todos y cada uno a su respectivas vidas de MIERDA— Todos los días se aprende algo nuevo, ¿no Sigmund? —agregó con cierta dulzura. Por más increíble que parezca, era la primera vez que un chico me chamuyaba y se sentía excelente. Víctor frunció el ceño disconforme al notar el brillo de mis ojos al verlo cada vez más de cerca. Estaba bueno. Muy bueno. Definitivamente bueno. De todas formas, le sonreí sin decir nada para luego salir corriendo del café con vehemencia. El cielo estaba azul y los árboles movedizos; pues al final después de tanto, le encontraba la absurda magnificencia a la ciudad de Buenos Aires. Así pues, tomamos el transporte público y nos dirigimos al Puente de La Mujer –junto al gran puerto de Puerto Madero–. Le pedí por favor a Tamar que me explicara el funcionamiento de la “terapia de dibujo”. Justo en ese momento, el extranjero dio un suspiro cuando exclamó muy apacible.
—¡Esta ciudad es hermosa! ¿No Lu?
—...
—¡¿No?! —agregó confundido— ¡Si vinieras a mi lugar de nacimiento cambiarías de opinión seguramente!
—Es complicado… —La preadolescente se encogió de hombros dándome así la gran idea de otorgarle la palabra— ¿Cómo es eso de la “terapia de dibujo” Tam? —pregunté ignorándolo.
Un barco pasó de repente y me acordé de Matías: a él le encantaba observarlos con detenimiento e incluso ponerlos en papel. De hecho, su sueño era tener uno de los buenos y navegar por el océano sin ningún destino claro. Jesús estaba demasiado en su encanto y lo acababa de perder por estúpida. No había día en el que no pudieras verlo tan sublime; pues Dios siempre se proyectaba en ese pedazo de idiota...
Al parecer, la nueva Lu estaba incluso más pérdida que antes y ya no había escapatoria alguna: no tenía a nadie y –por ende– no me podía encontrar a mí misma…
ESTÁS LEYENDO
Maldita reina de Francia: una obra sublime (Sin editar)
Teen FictionLucía Cavera es la típica chica nerd. Estudia Psicología en la U.B.A y pues tiene un pequeno problema particular con la ansiedad... y también con el bullying....... Pasa algo que la va a cambiar para bien (asi haciéndola madurar de una buena vez): p...