Capítulo 13

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Yo no pensaba permitir que Fischer se atreviera a insultarlo. Así que lo abracé de costado para luego darle un leve empujón a mi mejor amigo dejándolo estupefacto.
—A la nueva Lu le agradan los chicos que la escuchan con entusiasmo. No obstante, si lo hacés de vez en cuando y luego le decís que es una COTORRA deja de tener validez. Además, no me agrada la gente que juzga a los otros: mucho menos si la víctima solo es la indefensa de tu propia hermanita menor…
—Matías me observaba sin poderse creer lo que le acaba de decir. Víctor no era para nada la excepción— ¡Ahora salí de mi camino antes de que me contagie tu venenosa toxicidad!
—Pero... Pero...
—¡¿Pero qué?! —agregué sorprendida de mí misma. Se sentía excelente el ponerle un límite a alguien sin la necesidad de levantar la voz o de pegar un par de gritos.
—Es que literalmente no sé qué haría sin vos…
—musitó mientras un par de lágrimas se le colaban por ambas pupilas— ¡Desde que mi mamá se murió, la única persona con la que me siento realmente seguro es con vos!
—¡Mala suerte! ¡No hay vuelta atrás del “más allá” como tampoco de ser un imbécil!  —Hitler alzó una ceja a la vez que su novio levantaba la mirada de su celular bruscamente al oír esto último— ¡Ahora salí sino querés que me ponga intensa! —exclamé mientras tomaba a mi nuevo amigo del brazo y lo arrastraba hasta la clase del señor Fontana: este se asustó al ver a la nueva Lu en acción.
Así que caminé hacia mi pupitre y me senté con elegancia. Agarré un chicle de frutilla e hice un globo casi perfecto, el hombre se acercó a mí cuando lo escupí sobre el suelo: era tan mala que en un par de días me buscaría el FBI. Sin embargo, seguía siendo una loca por aprender y eso sí que no cambiaría nunca.
—¡¿Qué hiciste con Lucía Cavera, impostora?!
—preguntó súper divertido— Espero que tu transformación no te quite el entusiasmo por prestar atención en clase; no obstante, lo cierto es que sería algo matemáticamente improbable. ¿No? 
—No sé... Quizás sí, quizás no —Alcé los hombros expresando irrelevancia. Luego, pisé la goma de mascar y la aplasté hasta dejarla hecha puré sobre el piso. El venezolano le hizo una seña al profesor logrando que se vaya— ¿Como que Gabriel es el peor docente de la UBA, no? ¡A los profesores también se les deberían tomar exámenes! 
—Me llama un poco la atención que justo vos digas eso Lu… Pero sí, tenés razón. 
—¡Odio Buenos Aires! ¡Cuándo sea grande me voy a mudar a una ciudad de verdad como Ginebra! 
—¿No te gustan los bares? ¡Incluso siendo venezolano me sorprende la forma en la que se vive la noche en la ciudad!
—¿Y más temprano qué te parece? 
—¡¿A quién le importa el resto del día?! ¡Tener sexo a la mañana es como emborracharte solo en tu casa! ¡Pierde toda la gracia sino hay vecinos quejándose! —En ese preciso instante, me empecé a reír con ganas: nunca antes la había pasado tan bien haciéndolo. Ni siquiera con Fischer por más increíble que parezca— ¿Se sobreentiende que te suelen decir que te reís muy lindo, no? 
—Por más sorprendente que resulte la verdad es que no tanto… —Hubo un silencio en el cual nos dimos cuenta de que la clase ya había comenzado hace rato. El novio de Carolina le tocó el hombro para que nos viera— Voy a prestar atención, después hablamos.
—Exactamente... —musitó él por lo bajo. 
La clase continuó más aburrida que de costumbre. En un momento me quería ir y tal vez rezar un poco. Salimos cuando distinguí una figura familiar a lo lejos. Del pelo le nacían dos trenzas mientras que su rostro era muy bonito.
—¡¿Tamar?! —La preadolescente sonrió con una pícara mirada— ¡¿No se supone que deberías estar en la escuela a esta hora?! 
—¡Eso no importa, el punto es que te necesito urgente! ¿Sabías que los antidepresivos te dan vómitos y estreñimiento? 
—No aunque me imaginaba que los efectos secundarios eran fuertes… ¿Se puede saber a qué va la pregunta o es un misterio?
—Estuve investigando un poco y observé problemáticas viles… ¿Sabías que un quince por ciento de los “locos” dibujan como Matisse? 
—¡¿En serio?! —exclamé más descolocada que nunca— ¡Y un diez por ciento de los adolescentes pincelan como Picasso! 
—¡¿Y eso qué tiene que ver?! ¡Yo te hablo de los dementes! 
—Bueno… —Hubo un silencio en el que solo se escucharon voces de fondo— El punto es que el mundo tiene sus defectos y vivir en él no es cosa fácil. ¿Ahora por qué no volvés a tu casa y te dejás de hacer la curiosa? 
—¿Te molesta?
—preguntó en un suspiro cuando abrí los ojos de repente—Si mal no recuerdo a vos también te gusta hacerte preguntas. 
—A la antigua Lu le encantaban los “callejones sin salida”; sin embargo, a la nueva le agradan las cosas simples y placenteras. 
Ellos dos se miraron como si no se lo creyeran. ¿Tan difícil era aceptar que ya no era la misma de antes? ¿Tan difícil era apoyarme en mi suerte de revolución? Acto seguido, ella le dio un golpe al arito para luego pegarse en la frente con la palma de la mano. Yo me sentía más incomprendida que nunca; solo quería que Jesús se hiciera presente, pero no sabía cómo. Así que Víctor me apoyó la mano sobre el hombro y susurró por lo bajo. 
—Sé que le tenés bastante miedo al futuro Lucía. No obstante, le pido a Dios humildemente que te proteja y te ampare en el caso de ser necesario. Si bien ahora mismo no confiás del todo en Él; lo más probable es que sea una cuestión de tiempo, y que después vuelvas a misa. 
—¡¿Sos católica?! —Nos dimos la vuelta hacia ella de repente— ¡¿Son católicos?! —agregó confundida— ¡¿Y no los discriminan casi siempre en la facu?!
—¡¿Cómo sabías que… 
—La hermana de mi ex mejor amigo me interrumpió. 
—¡Me lo contó un pajarito! ¡Digo, en mi escuela no se lo hacen a nadie! 
—¡¿QUÉ DEMONIOS?!
—respondimos al unísono. 
—¡No me psicoanalicen! —Rogó de hecho lo contrario.                     

Maldita reina de Francia: una obra sublime (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora