Capítulo 6

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El sentirse genuinamente cercana a alguien era algo indescriptible. Había malgastado tanto tiempo intentando encajar en una sociedad de pervertidos que no recordaba como se sentía el volver a ser una niña. Ella, al contrario, estaba melancólica a causa de poder expresarse al fin como adulta. Aunque no como consecuencia de que realmente lo fuera; sino porque solía comportarse tal muñequita en razón de que a ellos les satisfacía. Pero era una chica inteligente y mucho más de lo normal. Curiosamente, nos conectábamos en una suerte de punto intermedio. Ni muy listas ni muy modelos de revista. Mientras que por mi parte, yo quería tener la seguridad de que permaneceríamos así hasta el final de nuestras vidas… pues el perder tantas personas a lo largo de la mía me generaba una especie de inseguridad particular… 
—¿Te gustan los petes?
—preguntó sacándome de mi lugar secreto: uno en donde podía pensar lo que quisiera sin que nadie me juzgara. Uno en el que lo que estuviera sucediendo en el mundo exterior dejaba de importar automáticamente. Uno en donde no había sentimientos reprimidos ni ideas restringidas en razón de podían apartarse de las normas morales. Y último pero no menos importante… uno en el que después de tanto fingir al fin era yo misma…
—Sí… —musité atónita— No creo que yo literalmente quiera que habláramos de eso… Sin embargo, quizás deberíamos contarnos nuestros miedos más profundos e irracionales a causa de los cuáles nos sentimos estúpidas. ¿No? —Se mordió el labio haciendo una mueca de desaprobación— ¡Si vamos a ser amigas se supone que tiene que haber confianza!
—agregué poniéndole un fin a la disyuntiva. Tamar se encogió de hombros mientras suspiraba afligida. Acto seguido, se comenzó a enrular el pelo nerviosa cuando exclamó confundida.
—¡Es qué nunca le conté algo privado a alguien más Lu! 
—¡Yo tampoco!
—respondí certera. La hermana de mi mejor amigo frunció el ceño pensativa. Al parecer, tal decisión nos iba a venir igualmente de bien a ambas. 
—¡¿Y qué hay de ese día en el que le contaste a Matías cómo te gustaba espiar al vecino gay del edificio de al lado?! 
—¡No tonta! ¡Me refiero a cosas que en serio son personales! 
—¿Cómo por ejemplo?
—cuestionó haciéndome empezar la muy inteligente. 
—¡Me gusta oler los pelos que se le caen a tu hermano! —Comenzé con mucho ímpetu. 
—¡Qué asco! —exclamó espantanda— ¡Y a mí me fascina el aroma a sudor masculino! ¡Una vez  agarré su camiseta luego de que viniera de jugar al futbol; al final la terminé chupando poseída por la lujuria! —La observé con asombro y tal vez un poco de miedo— ¡No me juzgues Calavera! ¡Se supone que para eso existe la amistad entre dos personas!
—Está bien. Solo me llamó la atención ese último término porque no estoy del todo segura de lo que significa. Curiosamente, la amistad entre dos personas se basa prácticamente en lo contrario. Hay que juzgarnos para aprender y por ende mejorar; cómo cuidarnos en razón de que a la otra no le pase nada malo. Sin heridas no hay cicatrices. Del mismo modo que sin sufrimiento no hay felicidad genuina después. Así que no… ¡De hecho hay que juzgarnos y cuánto más mejor para ambas!
—Primero que nada, se refiere al deseo sexual. Segundo, tenés razón. Sí nos deberíamos marcar los defectos. Y tercero pero no menos importante, no creo en la felicidad. Es un invento del capitalismo para generar una sociedad repleta de IMBÉCILES. Sin embargo, lo peor de todo es que se hacen millonarios a causa de eso. Volviendo al principio; utilizo palabras raras porque expresan específicamente lo que anhelo transmitir. No obstante, el problema más tóxico de la humanidad actual no es la falta de vocabulario como concepto abstracto; sino que eso además conlleva una falta de comunicación vital para subsistir. No es casualidad que cada vez haya más divorcios… ¡¿O acaso creías que la única razón era la caída de las acciones de la bolsa de Nueva York?!
—Nunca pensé que iba a decir esto pero… ¡Acabás de decir algo tan complejo que ni yo lo pude terminar de entender! 
—¿Qué tal si jugamos al “veo veo” para calmarnos un poco?
—¡Gran idea! ¡Es lindo ser un poco más cómo tu hermano de vez en cuando!
—¿Osea qué nos transformaríamos en un par de estúpidas?
—¡Eso si solo lo mirás con un ojo! —respondí divertida— Veo veo. 
—¿Qué ves?
—Una cosa. 
—¿Qué cosa?
—Y... —musité— ¡La idea de este juego es que la adivines estúpida! 
—Bla, bla bla… ¡¿Me vas a decir de qué color es o necesitás que te dé una NALGADA de cortesía?! 
—Azul.
—¡El mar! —exclamó pasándose de lista. 
—Parecido… —Musité otorgándole una leve pista.
—¡Tu bombacha cuándo Mati se recuesta arriba tuyo! 
—¡¿Qué DEMONIOS le sucede en la cabeza mujer?! ¡De vez en cuando soy un poco pervertida, pero tampoco escupo cualquier cosa de la nada y porque sí! 
—¡NECESITO UN CHICO CON URGENCIA! —gritó ahora efectivamente poseída por la lujuria— ¡MI MONTE DE VENUS LO PIDE A SILBIDOS!
—agregó sumamente nerviosa. 
—No comprendo… —Me crucé de brazos llamativamente descolocada— ¿Acaso te falta autoestima o se te desbalancearon las hormonas?
—¡Ambas! —Me reí por lo bajo asegurándome de que no se diera cuenta— ¡Y siempre tengo las hormonas
desbalanceadas, no es novedad!
—Mirame a los ojos —Le ordené en un suspiro. Ella se trató de esconder detrás de su pelo, aunque mi observación intimidante finalizó ganando la suya— No sé qué te pasa ni tengo la más pálida idea de cómo te vez a vos misma. Pero sí te voy a decir que NUNCA; y va muy en serio. NUNCA cometas el error de dejarte dominar. Pues bajo ninguna circunstancia vale la pena convertirte en un pedazo de carne. ¿Okey? —Asintió con la cabeza observándome impertérrita— Yo te voy a ayudar a encontrar a tu chico ideal. De paso, te voy a enseñar a coquetear como toda una experta y a ganártelo como princesa… —Me hice la modelo tirándome el pelo para atrás— ¡La única condición es que NUNCA dejes de ser vos misma a pesar de las
consecuencias que eso te pueda generar! 
Hubo un extraño silencio... la noche estaba simplemente divina...                                                                                                                                                                                                                                                                          

Maldita reina de Francia: una obra sublime (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora