Capítulo 22

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¡Che Lu! —Me incliné hacia la preadolescente— ¡Después te voy a presentar a mi psicóloga así tenés una entrevista!
—¡¿Qué?! ¡No! ¡Voy al mismo terapeuta desde que tengo quince años, dejé de ir y retomé pero siempre fue el mismo!
—¡Entonces debe ser buenísimo! —Rodé los ojos sorprendida de esa última respuesta. Por su parte, los chicos no dijeron nada ni movieron un músculo. Solo permanecieron expectantes mientras  Ginebra la rebelede salía a buscar a su víctima— ¡El “paraanálisis manifestante-conductual” es lo mejor del mundo: la Universidad de Ginebra lo avala tanto teórica como prácticamente!              
—¡Lo lamento mucho verdaderamente amiga, aunque a mí por lo menos no me gustan las brujas!... ¡Y no sé vos! ¡Pero yo a la única Ginebra que conozco se le ocurrió ir a pedirle una foto del PAQUETE al vecino por un jueguito pedorro!... ¡¿En serio hay documentos que expresen el agrado de esa institución respecto a tal nueva y ambigua corriente?! ¡No sé a ustedes saltamontes qué DEMONIOS les parece… aunque a mí no me da la sensación de que sean MAMADAS!
—¿Te gusta mucho decir groserías cuando perdés el control de la situación, no? Creo que Artemisa va a saber cómo “curarte”… ¡Y sí Cavera! ¡No son tonterías y va muy en serio: todo viene de la teoría del desarrollo cognitivo de Piaget!
—Eso del principio fue llamativamente específico… no me fascina notar que algo está perfecto ni imperfecto. Por ejemplo, si a mí me tocara entregar un examen y la nota fuera un nueve me enojaría bastante conmigo misma; sin embargo, si yo fuera la profesora haría todo lo posible por encontrarle un error a la prueba… Suena como muerto viviente o sabroso veneno; aunque lo cierto es que por más que intente evitarlo o sino puedo esconderlo, me tocó ser de esa forma y no hay nada que yo sea capaz de inventar con tal de hacerlo pasar como algo desapercibido… ¿Cuánto cobra la señorita “evaluación diagnóstica del dibujo preadolescente”, es muy cara o no se aleja del precio promedio?
—Depende de cómo le vaya en cada entrevista: si la aceptás como psicóloga son 2500 pesos, más 1500 cada sesión de media hora y cuatro veces por semana. Si no te cierra del todo y decidís seguir buscando, la primera vez que se encuentran es completamente sin cargo.
—¡Se tiene confianza la buenarda, ya me cayó súper bien!... ¿Vamos a ver qué pasó con Ginebra y el chico? —cuestioné cuando escuchamos un par de gritos a lo lejos. Víctor nos dijo que él iría a fijarse primero por si “estábamos bajo peligro”, fue tan valiente de su parte el arriesgarse por nosotras… Quería decírselo y de paso agarrarle el pezón izquierdo: pues me moría por probar un succionador de clítoris sobre estos. Aun así, nosotras dos nos quedamos sentadas y esperamos pacientemente a que volviéramos a verlo. Los chirridos aumentaban cada vez más en cantidad y volumen y lo cierto es que yo no tenía un buen presentimiento. Ya me los imaginaba a los dos COJIENDO y al inmigrante cubriéndose los ojos desesperado; no obstante, lo que sucedió fue incluso peor aunque depende de para quién realmente… No es como a que a ella le molestara practicar un poco de todo lo que viene a ser “la sirenita” –el “pino indio” o el “candelabro italiano” son bastante mejorcitas… pero igual eso no tiene nada que ver con el libro…–.
Así que nos levantamos del sillón dispuestas a ir a ver qué CARAJO estaba sucediendo, muy en el fondo una parte de mí me decía que efectivamente era preciso tener miedo. Por consiguiente, caminé lento y con precaución tal si estuviera indispuesta: las manos me temblaban y las piernas también... Tamar tampoco se veía muy entusiasta que digamos...
Salimos del departamento cuando un golpe de algo que parecía ser vidrio nos tomó desprevenidas, continuamos caminando con prisa aún más asustadas que antes. Unos pasos se aproximaron a nosotras cada vez con más fuerza: eran el vecino y nuestro amigo corriendo desesperados. Abrimos los ojos cuando nos dijeron que por más impulsos que tuviéramos, hiciéramos cualquier cosa excepto meternos ahí dentro. Algo que lógicamente nos generó una intriga considerable. Por ende, nos observamos y asentimos con la cabeza mientras comenzábamos a salir disparadas hacia lo que se suponía que era la rebelde en una crisis. Ellos dos no nos siguieron, permanecían exaltados. Lo siguiente marcó un cambio radical en la existencia de ambas: ella estaba rompiendo todos los muebles gritando el nombre de su abuela: básicamente no lucía adentro de la realidad.
Si bien Ginebra tenía un cuerpo muy sensible a las sustancias; nunca antes la había visto tan fuera de sí. Lloraba pero a la vez se reía vehementemente; estaba triste por un lado, aunque en realidad también feliz. Golpeaba las cosas como si no sintiera ninguna parte del cuerpo, de los nudillos le salía sangre pero ella solo quería a su abuela. Tenía una cicatriz en la frente y un tajo en la nuca; sin embargo, no podía pensar en nada más que su nona. Yacía en un delirio del que nadie más sería esclava, diseñado por sí misma sin ningún tipo de control. Tanto era su sufrimiento que se lastimaba con violencia; tanto tiempo resistiendo y el inconsciente 
masacrándose sin piedad por culpa de su hábitat. La preadolescente se puso pálida y vomitó sobre un cuadro viejo. Intenté ayudarla con un chicle pero no hubo remedio. La comunidad no era capaz de subsistir mutuamente; necesitábamos hacer algo urgente y no teníamos ni idea. Tamar se puso a llorar con ganas cuando se me ocurrió una idea: la nueva Lu debería encargarse de la situación con estilo. 
Así que me acerqué a mi amiga rezando para que al fin y de una buena vez  mágicamente me reconociera. Sabía que Jesús siempre te escuchaba aunque estuvieras “alejado”, una voz del televisor se destacó por un momento: “¡Dile lo que le hace falta saber por más dolor que conlleve!”. 
—¡Ginebra Carla Papadero! —La regañé como su madre— ¡Sé que tu abuela murió cuando eras chiquita y no la pudiste llorar! ¡Pero ahora lo único que importa es que nos tengamos entre nosotras, así que vas a vomitar esa MIERDA sino querés que te dé un CHAS CHAS en la colita! —En ese instante ya me parecía demasiado a su mami— ¡Siempre fuiste una rebelde y te creíste buena por eso… aunque yo sé que solo querías llamar la atención de tus padres! ¡No ganás nada drogándote o con tu amigo cocainómano, solo evadís el darte cuenta de que no te gustás a vos misma!... ¡¿Pero sabés qué?! ¡Ya estoy harta de tus mentiras! ¡Ahora la vas a “devolver” sino querés verme intensa!                                                                                                                                                                                                                                                                         

Maldita reina de Francia: una obra sublime (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora