Promesa de lealtad

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- ¿Qué era eso tan importante? – pregunté tras llegar hasta la terraza, iba a cambiarme de ropa y después íbamos a irnos a casa.

- Tus padres enviaron todas tus cosas lejos y escuché que el conde no solo planeaba matar al duque, sino a tu familia.

- Eso es imposible. Yo lo escuché, pensaba echar la culpa a mi familia.

- Y no lo dudo, pero alguien les avisó de que no pudieron entrar a la mansión del duque, todos los condes están allí, menos tu padre y él.

- Ayúdame con esto. Necesitamos irnos, quiero saber que están bien. – me desabotonó rápidamente el vestido. Sin embargo, antes de que cayera al suelo me giré hacia él y agarré sus manos

- Jamás vuelvas a doblegarte ante nadie que no sea yo. No importa quién te lo diga. Solo yo tengo ese derecho. – pronuncié mientras que lo miraba.

- No debiste haberme protegido. – pronunció antes de soltarme y girarse. – Vamos, date prisa.

- Eres mi amigo, y mi aliado. ¿Recuerdas lo que dijiste cuando éramos pequeños? Yo aún lo recuerdo.

- Lo recuerdo, prometí que crecería y que te protegería.

- Bien, pues quiero que recuerdes esas palabras, porque toda promesa tiene una contrapartida. Tú prometiste que serías leal a mí y que me protegerías, pero que clase de amiga o qué clase de persona sería si no protejo a los que están bajo mi ala. Tus hijos, cuidarán de los míos y esta promesa seguirá vigente, si alguien lo olvida, entonces no tendrá derecho a este lazo. Listo, podemos irnos. – metí la camisa por dentro del pantalón y después el me tendió su capa.

- Parece que realmente tienes sabiduría. – expresó Hoseok tras agarrar mi brazo y evitar que me fuera hacia el Jardín.

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – pregunté tras mirarlo.

- El suficiente, como para poder escuchar tus palabras. – se acercó un poco más a mí, por lo que me quedé inmóvil. – Y el suficiente para ver tu hermosa silueta en la oscuridad.

- Serás pervertido. – expresé tras separarme de él. – Da gracias que no tengo tiempo para luchar contra ti.

- ¿Acaso podrías? – pronunció con una mueca. Me soltó, pero podía notar como nos seguía.

- Vamos sube. – pronunció Tae tras alargar su mano hacia a mí. Iba a agarrársela cuando el Hoseok me frenó.

- Yo la llevaré. – trajeron su caballo, por lo que se montó y al instante me tendió mi mano para subirme.

- Muestra el camino. – pronunció tras ponerme delante de él.

- Tu perfume huele delicioso. – expresó antes de galopar.

- ¿Puedes parar de olerme? Das mal rollo. – respondí.

- Agárrate fuerte. – sonrió ante mis palabras y comenzó a galopar.

- ¿Al aire? – pensé mientras que él llevaba las riendas del caballo, pero no iba a negar que estaba a salvo, ya que su cuerpo me bloqueaba y a la vez me tenía entre ello. Al llegar, pude ver como había humo en el castillo de mi padre.

- Duque, ve más deprisa. – no podía creerlo, que el conde había hecho aquello.

Si había hecho aquello, esa noche había sentenciado su vida. Cuando llegamos Tae bajó del caballo y después vio a los guardias luchando unos contra otros.

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora