Persona preciada

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- Lo protegeré, su majestad. – me acerqué a él, mientras que me miraba fijamente. Tal vez, ¿Era miedo?, ¿Respeto?, o tal vez solo tenía innumerables preguntas a las que necesitaba respuesta. 

- Tn. – Tae había llegado rápidamente hasta nosotros. Me miró, cuando al ver la sangre de mi ropa, llevó sus ojos hacia un lado del cuarto, encontrándose con aquel cuerpo.

- Estoy bien. – posé mi mano en su hombro y fui hacia la salida del despacho - ¿Dónde está Hoseok? – pregunté tras mirarlo. 

- Está en el pasillo. - añadió mientras que se acercaba al Rey. 

- ¿Los invitados? – pegunté rápidamente. 

- Se marcharon, dijeron que no te encontrabas bien. 

- Espero que no sea algo que me perjudique. - expresé con una pequeña mueca. 

- Hoseok, dijo que tienes una salud débil. –  eso desde luego era conveniente. 

- Tn. – la voz de Tae sonó atemorizada, sin embargo no pude más que pensar, que no había de que preocuparse. Esquivé aquella espada y después lo acuchillé con una pequeña daga que tenía en mi pantalón. 

- Protege al rey, yo iré ayudar a Hoseok.

- Tn, él me pidió que te cuidará. - era la primera vez que Tae me frenaba, que decía aquellas palabras, tal vez por miedo de que me pasará algo, pero lo que no sabía es que no hacía falta que lo hiciera. Incluso en aquel entonces, no había mostrado todo lo que era capaz de hacer. 

- ¿Y quién lo cuida a él? Ahora mismo solo soy su soldado. – pronuncié tras marcharme de allí y correr hacia el pasillo. - ¿Necesitas ayuda? – pregunté tras chocar mi espada contra uno de ellos y ponerme a su lado. 

- ¿Y tú ropa? – preguntó tras mirarme fijamente

- No es el momento. Espalda, contra espalda. – se movió rápidamente, por lo que ambos estábamos cubriendo nuestros puntos ciegos. Moví mi mano y comencé a luchar.

- ¿Y el rey? – pronunció Jimin tras llegar hasta nosotros.

- Con Tae. – respondí al instante.

- Iré ayudarlo. – se marchó por lo que Suga se unió a nosotros.

- Parecía que había bastantes infiltrados. - no hacía falta asegurar aquello, solo podía ver enemigos acercándose, espadas sin rostro, tal vez eso era lo mejor, porque no habría culpas, porque no vería la cara de las personas que caían por mi espada. 

- Hay que encontrar quién los manda - Si descubríamos aquello, sabríamos quién conspiraba contra el rey.  

- Tn. – Hoseok se interpuso a mí, por lo que le cortaron el brazo ligeramente. 

Mis ojos fueron a Hoseok por un segundo, sin embargo, regresaron a aquel hombre. Ni siquiera se había dado cuenta, pero había sentenciado su vida, no iba a perdornarlo. Lo miré con furia, moví mi espada, la choqué contra la suya, pero no era rival para mí, lo supe desde el mismo momento en que vi que tenía una herida en su cuerpo. Golpeé con fuerza su espada y tras resentirse clavé mi arma en su corazón. Saqué mi arma de su cuerpo y después le empujé con mi pierna. 



Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora