¿Duquesa?

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- Puedo hacerte duquesa. – respondió con una pequeña sonrisa.

- Me niego. No quiero depender de un hombre. Quiero depender de mí misma y el casamiento me quitará la libertad. – me levanté y caminé hacia el caballo.

- Y si te prometo que no lo haré, te daré toda la libertad que quieras, pero mantente a mi lado.

- ¿Por qué no casarme con uno de tus condes? ¿Por qué te ofreces tú? – pregunté tras girarme hacia él.

- Porque no soy quién para mandar a mis hombres que se casen con quién no quieren, les prometí que si decidían casarse sería porque se aman y segundo, porque he prometido protegerte y la única forma que tengo para poder cumplir mi palabra es que te quedes en mi casa. No quiero que haya rumores sobre que somos amantes.

- Entonces quieres que se vuelva realidad. – respondí.

- Solo de nombre, nadie te tocará. Ni siquiera se atreverán a mirarte si no quieres, pero a cambio, pido tu lealtad y puede que tu destreza en la lucha.

- Supongo que tenía trampa. – dejé al caballo y volví a sentarme en aquel lugar. – Supongo que si no acepto tendré que marcharme y seré solo una mujer más.

- Eventualmente si, después de todo, el rey está buscándome una prometida.

- Y no quieres a ninguna de esas chicas. Creo que cualquiera sería mejor que yo en ese rol. – de hecho, eso era lo que pensaba, no era como ellas, mi pensamiento era muy diferente para esos tiempos.

- En eso creo que estás equivocada. – no sabía porque se acercaba tanto a mí, pero allí estaba sentado detrás de mí y susurrando aquellas palabras.

- ¿Qué te hace pensar que seré buena esposa? No hay amor entre nosotros y no vengas con que eso vendrá eventualmente. – pronuncié tras mirarlo de reojo.

- Sabes luchar, defenderte y eres inteligente. No necesito que te pongas a hablar con otras damas sobre que te vas a tomar, sobre que ropa interior es la mejor, sobre las sirvientas y tampoco necesito que te hagas cargo de la casa. Pero si necesito alguien que sea capaz de manejar las tropas en mi ausencia, que sepa defenderse si no estoy.

- ¿Por qué parece que te estás despidiendo? – me apoyé en él y esperé que hiciera libremente otro movimiento. No iba a negar que no estaba enamorada, pero me atraía, me gustaba como me trataba y sobre todo como me desafiaba. Además de todo su aspecto físico.

- No lo estoy haciendo, pero no se sabe cuándo tendré que partir y dejarte atrás. – me abrazó entre sus brazos por lo que por un segundo me sentí protegida.

- Eso nunca pasará. Porque ya sea tu mujer o no, yo antes seré un soldado. – sin pensarlo levanté mi mano y la posé en su rostro. Acto seguido, agarró mi mano con la suya y después la miró.

- ¿Entonces aceptas ser la duquesa? – preguntó tras mirarme a los ojos.

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora