El trato

70 10 4
                                    

- ¿Acaso estaba escapando? – no importaba en ese momento.

Me monté en un caballo y cabalgué hasta una pradera. Más allá de ella y el mar había un acantilado. Me senté allí y respiré aire profundamente, necesitaba salir de allí, pero no necesitaba coger una espada, no todavía, debía de asimilar todo aquello primero. Me tumbé completamente y cerré mis ojos.

- No, no Tae. – me levanté de golpe al tener aquel sueño. .

- Parece que tuviste un mal sueño. – pronunció Hoseok.

Llevé mis ojos hacia él, cuando vi que estaba tumbado de lado y mirándome completamente.

- ¿Por qué es tan jodidamente sexy? – pensé mientras que lo observaba detenidamente. Aparté mi vista de él y llevé mis manos a la cabeza ligeramente.

- ¿Te encuentras mal? – se acercó y  sostuvo mi cabeza. – Es normal que te atormente, que sueñes con ellos e incluso...

- Fuiste tú ¿Verdad? – pregunté tras mirarlo.

- ¿Fui yo qué?

- La persona que me trajo a tu castillo.

- Sí, te seguí después de verte completamente enfurecida. Pensé que necesitarías de mi ayuda, pero para mi sorpresa no era así. Aquel día vi algo que hacía mucho tiempo que no veía.

- ¿El que viste?

- Alguien que puede derrotarme. – en ese momento acarició mi rostro, por lo que acabé mirando sus ojos. – Y pensar que ese hombre pensaba utilizarte como una simple esposa. – me soltó y se tumbó allí, mientras que reía ligeramente.

- Mate a uno de tus hombres. ¿No estás enfadado? – lo miré ligeramente y después miré al frente. Observé aquella belleza que no había en el lugar del que provenía.

- ¿Por qué debería de estarlo? Quería quitármelo del medio y para colmo planeaba una traición. Esa era la razón por lo que quería tu parte de condesa, pero al parecer me quedé sin dos.

- ¿Qué piensas hacer al respecto?

- Pondré uno de mis hombres allí, uno que sea de confianza. Con respecto a ti, no puedo darte el título de condesa, pero... puedo hacer algo mejor. ¿Hagamos un trato? – sentí como su dedo índice recorría mi columna por lo que mi piel se erizó y mis ojos fueron hacia él, quién parecía divertirse de mi reacción.

- ¿Qué clase de trato? – me giré hacia él y lo miré de frente.

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora