Los Recuerdos De Aquel Día

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- Tn. – alguien gritó detrás de nosotros. No dudé ni un segundo en girarme. Aquella voz, sonó como una dulce melodía, era Tae. Rápidamente fui hacia él, ni siquiera me miró, alargó sus brazos y me llevó hasta él. Me abrazó con fuerza, sin duda era algo que necesitaba.

- Espero que no os haya molestado. – agarró mi mano y después se inclinó ante los condes.

- ¿Por qué estás diciendo eso?

- porque te conozco y sé perfectamente qué eres capaz de decir cualquier cosa.

- no dije más que cosas buenas, alabé su aspecto y también pregunté ¿por qué mi padre no me caso con uno de ellos?

- y te parece poco. - su mano se alzó hasta mi cabeza, después de eso me obligó a inclinarme ante las condesas.

- acaso quieres morir. – aparté su mano en mi cabeza y lo miró con furia.

- puedo ver qué estás mejor, después de todo me estas amenazando.

- acaso me estas desafiando

- puede, para que lo sepas durante todo este mes he estado entrenando. así que ahora estoy mejor que tú.

- Claro, primero tendrás que vencerme y que yo sepa llevas más de 7 años intentándolo. – las condes parecían sorprendidos de nuestra forma de hablarnos, si nuestra confianza, pero tal vez de lo que realmente estaban sorprendidos era de qué hablaba de luchar contra un soldado.

- sí me disculpáis he de resolver este asunto. –

- ¿Lo dice en serio? – ambos miraron al duque, quién sonrió ligeramente.

- Lo dice en serio. – pronunció Tae por el duque.

- No te sobre esfuerces demasiado. – levantó su mano hacia mi cabeza y después sonrió ligeramente. ¿Acaso había visto lo que era capaz de hacer? ¿Por qué estaba tan seguro de que luchaba? Me alejé de él y de los condes y seguí a Tae.

- Toma tu arma. – pronunció tras lanzármela. Aquella espada había sido limpiada y pulida. La moví ágilmente y después lo miré.

- ¿Estás seguro de que quieres esto? – pregunté tras mirarlo con una pequeña sonrisa.

Ni siquiera me había respondido, comenzó a atacarme por lo que lo esquivé, después levanté mi espada y comencé a atacarlo. No iba a dejarlo que me atacará, cuando aquella imagen llegó hasta a mí. Aquella brutalidad de aquel día volvió a alcanzarme. Solté mi espada al sentir como la sangre de aquel hombre, me salpicaba en el rostro. Sin pensarlo, salí corriendo de allí. 

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora