El miedo de tus ojos

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Había demasiados, demasiado para solo tres de nosotros, cada vez había más que se escapaban, que les damos la oportunidad de llegar hasta al rey. Tal vez, no debía de hacer aquello, de aprovechar lo que sabía y lo que había aprendido en aquel futuro, pero era el momento. 

Agarré la espada de aquel hombre y me concentré en aquella pelea, mis ojos se cerraron por un segundo, listos para contra atacar. Ya no iba a frenarlo, ya no iba a parar aquella naturaleza, aquella bestia interna que habitaba en mí. Moví ambas espadas y después comencé a combatir contra aquellos hombres. 

Mi cuerpo se envolvió en sangre, aquellos hombres habían caído ante nuestras armas, bajé ambas, mientras que la sangre de ellos aún caía por esas espadas y formaban gotas en el suelo.

Mi mirada se alzó cuando los vi a todos ellos. El primero que noté fue a Suga, mirándome fijamente, serio, inexpresivo, pero atento a mis armas. Seguí mirando cuando me encontré con Hoseok, su mano estaba en su herida, y sus ojos estaban clavados en mí, podía leer su sorpresa, tal vez su precaución. 

Seguí mirando, cuando vi a Tae y a Jimin junto al rey. Todos aquellos ojos me analizaban, y se habían paralizado ante aquello, ante mis armas ensangrentadas, ante mi ropa y mi rostro envuelto de sangre de enemigos. Por un segundo regresé a aquel futuro del que provenía, aquellas miradas, aquellos recuerdos regresaban a mí. 

- Tn. – el gritó de Hoseok, junto a aquel paso me hizo saber que había alguien detrás de mí. No obstante, esa persona no llegaría a tocarme.

Pude sentirlo, solté una de las armas y agarré con fuerza mi arma, me giré rápidamente. Mi espada cortó su cuello, mientras que él había intentado atacarme por la espalda. 

Ante aquel acto, ante aquel cuerpo decapitado, solté el arma. Cuando los miré, pude ver lo que realmente mostraban sus ojos, miedo, terror. Tal vez, quería volver al momento anterior, antes de que supiera lo que era, la clase de monstruo que era, pero era tarde. 

- ¿Estás bien? – di un paso hacia Hoseok, quién aún me estaba mirando con cierta sorpresa.

- Tan solo fue un rasguño. - me sonrió mientras que su brazo aún estaba en aquella herida. 

- Te lo curaré. Vamos al despacho. – no quería que me alejará, no quería que me hiciera a un lado, pero tal vez, ya era demasiado tarde. 

- Antes ve a darte una ducha y quítate toda esa sangre. –levantó su mano y  la posó en mi rostro. 

- Hice mal, ¿Verdad? – pregunté ante el silencio de todos, habíamos ganado, pero ante aquel acto, tras aquel silencio sepulcral, parecía más bien lo contrario, había perdido. 

- Tn, no hiciste nada malo. – fue el rey, el único en dar un paso hacia a mí. – Pero sí creo que deberías de cambiarte de ropa. – mis ojos se alzaron hacia los suyos, tal vez con cierto miedo, tal vez en busca de un esta bien. 

Cuando los miré, no había miedo en ellos, pero tampoco había lo que había visto antes, sabía que aquel juego, que aquella provocación, había terminado.

Ni siquiera él, me miraría de la misma manera que me había mirado en aquella terraza y en aquella fiesta. 

- Sí, siento estar vestida de esta manera. – era todo cuanto podía decir, salí de aquella escena de tensión y me introduje dentro del cuarto que había estado ocupando todo aquel tiempo. 

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora