Sangre por sangre

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Desmonté aquel caballo y caminé ha paso firme hacia la habitación del conde. Sin embargo, no me hizo falta llegar tan lejos, tras ver que aún estaba en aquel salón tomando una copa de alcohol.

- Parece que esperas noticias. – pronuncié tras mirarlo desde atrás. – Siento, ser yo la que te las trasmita.

- Tn. – sus ojos se posaron en mí y aunque estábamos a oscuras, la luna iluminaba bastante bien aquella habitación, las vidrieras dejaban que la luz pasará al interior.

- ¿Te sorprende verme aquí? Lo tenías todo. El permiso de mis padres, casi el permiso del duque y en vez de usarme como aliada, decidiste que era mejor traicionarme. Mientras que cenaba contigo y me hablabas de puras cosas sin importancia, diste la orden de atacar a mi familia. – Agarré mi espada y la desenvainé hacia él.

Sin embargo, había subestimado a aquel hombre, no estaba solo. Presentí una presencia detrás de mí, por lo que moví con agilidad y después moví mi espada hacia esa persona, nuestras espadas habían chocado, por lo que volví a moverme en busca de un hueco entre aquellos movimientos.

- Ríndete y te dejaré vivir a mi lado.

- Lo siento, no jugaré limpio. – moví mi mano izquierda hacia mi pierna, y después saqué una de mis dagas, se la lancé al cuerpo, sin duda aquello era demasiado pequeño, como para ser parada por su espalda, o no al menos para enfrentar mi espada y mi daga. Se resintió por aquel impacto, por lo que moví mi espada y le corté el cuello. Su sangre me salpicó en el rostro, pero no me importaba, estaba cegada por algo llamado venganza.

- ¿Dijiste que querías hijos? Lástima que no vayas ni a ver la luz del sol de mañana. – me giré hacia él, cuando su espada, se movió, intenté esquivarla, pero rozó mi brazo, logrando herirme ligeramente.

Comencé a atacar, para mi sorpresa tenía agilidad, solo esperaba que se muriera en ese momento. Sin embargo, tal vez era yo que quería darle la oportunidad de qué pensará de que podría ganar. Choqué mi espada con la suya, después lo golpeé con mi pierna, cayó al suelo, me acerqué a él mientras que llevaba mi espada a mi lado. Iba a matarlo cuando levantó su espada, me retiré ligeramente y después moví mi espada, había cortado su mano con la misma, su espada había caído al suelo junto a ella.

- ¿Algo que decir? – pregunté tras mirarlo fijamente. Fue hablar cuando le clavé mi espada en el corazón. – Qué te hizo pensar que quería escucharte. – guardé mi espada y comencé a tirar todo por todas partes, lo había matado pero mi rabia aún no había desaparecido. Levanté mi mano mientras que sostenía una cerilla encendida y después miré su cuerpo.

- Arde en el infierno. – el castillo había comenzado a arder, tal y como lo estaba haciendo el de mi familia.

Salí de aquel cuarto y después fui hacia la entrada del castillo. El fuego se estaba esparciendo y mi rostro se estaba empapando de lágrimas. Salí del castillo cuando estaba todo en llamas, ni siquiera había caminado más de diez metros de él, cuando caí de rodillas y comencé a llorar con desesperación, aquello no me los devolvería. Aquello no haría que mi casa volviera a estar, que la sonrisa de mi padre estuviera intacta, que los regaños de mi madre estuvieran de nuevo.

- Tn. – en ese momento mi nombre sonó como un siseo, como algo lejano.

- Lo he matado, Tae. Lo he matado. – pronuncié al pensar que sería el único en llamarme por mi nombre. – Quiero volver a casa. – toda aquella adrenalina, aquella furia se había marchado y no me quedaban fuerzas para enfrentar esa noche. Perdí mi consciencia y dejé que mi cuerpo descansará en aquel suelo frío.

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora