¿Demasiado lento?

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- ¿Así que no piensas contármelo? - se levantó de aquella silla y se acercó a mí. 

- No quiero hablar del pasado. Sin embargo, no me importaría hablar del presente. - no podía más, estábamos solos en aquel cuarto y después de escuchar que no le importaba, que solo era preocupación... ¿Cómo podía contenerme ante él?

- ¿Estás preocupada por lo que pasó anoche? - preguntó tras acercarse y posar su mano en mi mejilla.

- Eres demasiado lento. - después de aquellas palabras me lancé hacia él. Posé mis labios en los suyos y después lo miré con una pequeña mueca. 

Rápidamente me llevó hasta él y me besó, aquel beso era tan diferente de los que me había dado hasta ese momento, sus labios parecían succionar los míos, su lengua se enredaba con la mía, como si fuera una competición, como si nada de aquello fuera suficiente y para engañarnos, no era suficiente. 

Empujó mi cuerpo ligeramente hacia la cama, por lo que me separé de él y caí en la misma, en ese momento aproveché para respirar y a la vez para mirarlo, se veía tan bello, aunque mis ojos solo pudieron posarse en aquellos labios rojizos por el contacto con los míos. Mi cuerpo estaba excitado y sabía de ante mano lo que me pedía, ahora solo tenía que conseguirlo. Lo atraje hacia a mí, posé mis manos en el comienzo de su camisa y después intenté quitársela mientras que le invitaba a venir a mí, a que sus manos tocarán mi cuerpo.

Cuando logré quitar su camisa, no pude evitar divisar su cuerpo y mucho menos dejar desearlo, levanté mis manos hacia su cuerpo, mientras que lo volvía a besar, su cuerpo estaba presionando el mío, mientras que tocaba mi pierna con su mano derecha. Me separé de él para sacarme la camisa, sus ojos me analizaban, deseosos de ver mi piel desnuda, de ver mis atributos, todo de mí. 

Sus manos me ayudaron a quitarme la camisa y después me quitó aquella cinta que cubría mi pecho, sus labios ya no tocaban mis labios, sino mi cuello, mi escote y finalmente mis pechos. En ese momento en el que sus dientes entraron en contacto con uno de mis pechos, no pude evitar gemir, aunque la sorpresa venía de la parte inferior de su cuerpo. Listo y deseoso de entrar en acción y a la vez yo estaba lista para recibir aquella acción. Mis manos se posaron en la hebilla de su pantalón cuando me frenó al instante. 

- Basta, esto no está bien. - se separó de mí y después se levantó de aquella cama. 

- ¿Qué dices? ¿Por qué no está bien? - pregunté al instante desde la cama. 

- No, no podemos. - después de aquellas palabras se marchó de allí.

- Pero que le pasa. - expresé tras mirar la puerta. - Sabes, no puedes dejar a una mujer así sabes.- grité ligeramente. - Joder, me ha dejado con todo el calentón. – me tumbé en la cama y después golpeé la cama. – Juro que  te lo haré pagar. 

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora