Acepto el trato

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- Tenemos un trato. – pronuncié tras mirarlo.

Quería permanecer cerca de él y dejar aquel sentimiento salir. Sabía que era mi mejor opción, estaría a su lado. Extendió su mano para sellar aquel trato, miré su mano y después me acerqué un poco más a él.

- Y yo que pensaba que sellabas los tratos de otra manera. – me fui a levantar cuando me arrastró hacia él. Me apoyó en aquel césped y después posó sus manos entre mi cabeza. Su pierna derecha estaba entre las mías, mientras que nos mirábamos a los ojos.

- Pensaba que querías ser tratada como un soldado. – se acercó ligeramente, sin embargo, aún no había hecho ningún movimiento.

- Estás loco, si crees que me quedaré de brazos cruzados. – fue a levantarse cuando lo frené.

- No veo porque sería incompatible. – levanté mis manos hacia él y después miré sus labios ligeramente, antes de decidir besarle y después me incliné para llegar hasta sus labios.

Sabía que lo deseaba tanto como yo, por lo que, tras sentir mis labios junto a los suyos, rodeó mi cuerpo con sus brazos y siguió aquel beso. Movió su mano a mi rostro, mientras que se volvía más que un roce de labios, nos estábamos besando desenfrenadamente. No pude evitar gemir, tras su boca separarse de la mía.

- Tn, prometo que no volverás a estar sola. – al escuchar aquellas palabras, abrí mis ojos de par en par. Se puso a mi lado y miró el horizonte. Me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro.

- Prometo ser digna de esa promesa. ¿Deberíamos regresar? – pregunté tras levantarme y agarrar la correa del caballo.

- Dime, desde cuando amas a Tae – pronunció tras ponerse de pie, en ese momento me detuve.

- Entre Tae y yo no hay nada romántico. Somos amigos, somos familia. – pronuncié sin darla la cara.

- Entonces, dímelo a los ojos. – me agarró de los brazos y me miró fijamente.

- No amo a Tae. – pronuncié tras mirarle fijamente. – Si fuera así, te hubiera intentado convencer de que lo convirtieras en el conde y me hubiera casado con él.

- ¿Me habrías pedido eso? – preguntó al instante.

- Sin dudarlo, pero no es el caso. Además, ese conde llamado Jimin llamó mi atención. Es bastante atractivo y encima se sonroja con mis palabras. Sin duda él me valoraría. – Me llevó hasta él de una forma un tanto agresiva y comenzó a besar mi cuello. Aquella broma parecía haberle cabreado, cosa que supe ante aquel acto.

- Para. – pronuncié, no porque quisiera que se detuviera, sino porque iba a dejar marca en un lugar visible. Me miró de forma agresiva y después fue hacia su caballo.

- Volvamos. – se montó en el caballo y después desapareció. 

No tenía razones para seguir estando allí. Me subí al caballo y llegué a los establos. ¿por qué se enfadó tanto? Supongo que después de decir aquellas palabras eran normales. 

Las alas de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora