La segunda venida de Quetzalcóatl no era más una suposición, estaba cerca; la Hermandad se mantenía al tanto de las anomalías en las leyendas de cada región y poblado; sin embargo, “sólo el león puede vencer a la serpiente”; pero, esta vez, no lo haría por su cuenta ni sólo con su grupo fantasmal. Esta vez la profecía de la venida de la serpiente tenía consigo una unión de cuentos de un Códice español que recopilaba relatos distintos de anónimos; donde, las descripciones los llevaban a encontrarse con los personajes de las mismas.
Casi todos estaban reunidos, sólo faltaba un objeto, un personaje, una pieza del rompecabezas.❝La Leyenda del Príncipe Luna❞, la última historia de lo traducido del Códice Sevillano; aquella que narra a un noble venciendo al mismo Rey Lunar para darle paz a su pueblo y la nación entera, todo ayudado de una guitarra extraña. Eso era lo que buscaban: un príncipe y un shamisen. Eso lo traía devuelta a Japón en el tiempo junto a su equipo. Pero...
—¿Ya llegamos?
—No —responde por 13° vez en media hora. Golpea su cabeza contra el timón cuando vuelve a repetir la pregunta con dulzura— ¡Que no, Miguel! ¡NO!
—... No tienes porque ser así, Leito —comenta, haciéndose la vístima.
Miguel lo jodía, Hiro hacía de contramaestre junto a Teodora, Frost aventando nieve desde la borda, Norman y Coraline sentaditos calladitos como debería estar todo el mundo del navío. A veces pensaba en tirarlo, sin embargo, ya le caían bien esos idiotas como para pensarlo dos veces —y los necesitaba—.
—¡Leo! —exclama el espíritu desde la cola del vigía, el navegante la mira— ¡Tormenta, allá adelante!
Los demás dejaron de hacer sus actividades y corrieron a proa a dar testimonio de lo visto por la chica y el imventor, quienes bajan con rapidez del mástil de la vela. En efecto, una tormenta eléctrica está a unos metros del barco.
—¡¿Creen que podemos rodear esto!? —cuestiona Miguel, un rayo suena después de y lo asusta.
—No lo creo, está por todas partes —asegura la azabache azulada quien tiene encima a Rivera, Don Andrés y a Babcock— ¡Ya sueltenme, espacio personal de una dama!
—¡Vamos a morir!
—Nadie va a morir, Alebrije —recalca lo mayor posible el castaño poblano. Vuelve a observar las nubes que parecen irsele encima y traga saliva—. O eso espero.
A partir de haber entrado en ella, no recuerda más; no sabe cuándo cerró los ojos, ni cuándo bajó del barco, mucho menos por qué despertó en dónde-sea-que-estuviera. ¿Si equipo? Perdidos, lo más seguro; ya de por sí buscar al príncipe va a ser un problema, ahora, se le han agregado nuevos. No tiene el tiempo ni la paciencia ni la salud. Cuando deja de regañar a su tripulación en su mente, se abre una de las corredizas puertas japonesas. Un chico seguido de una pequeña con un balde de agua.
—¡Ya despertó, ya despertó! —La niña deja el cubo y corre hasta él, chocando y tirándole devuelta al colchón— Sigues caliente, pero ya está mejor.
—Haru, dejá al pobre que debes de estar aplastándolo.
—Gomen ne, henna-chan! (¡Lo siento, extraño!) —dice rápido la pequeña para levantarse y volver por el balde; sin embargo, el otro ya lo traía.
Leo no entiende ni pico de lo que sea que está pasando. Entonces, decide preguntar. La niña castaña quita el paño seco de su frente, remoja otro y lo pone. Por lo que menciona el azabache —el cuál se llama Kubo—, lo habían encontrado en la arena a las afueras del pueblo. No habían rastro de los demás ni de su barco. Así que, Haruka optó por traerlo al templo a cuidarlo mientras pasa la lluvia.
—¿Cuánto creen que tarde? —pregunta Leo.
—No lo sabemos —contesta con suavidad el azabache, sentando al lado de su futón junto a Haru—, Susanoo ha estado de mal humor, manda lluvias casi todos los días. La cosecha no llegará este año si seguimos con tormentas.
—¿Susanoo? ¿Él sería una leyenda? —Más trabajo a la lista— ¡Ahg! Yo sólo venía por el príncipe un estúpido instrumento.
—¿¡Un príncipe!? Kare wa anata ni tsuite hanashite iru, Kubo!
El cazador de leyendas no entendió aquello, ni porqué estaban discutiento ni porqué la niña se retira con el balde medio lleno. Sólo se queda el de flequillo largo negruzco.
—Creo que sé de qué hablas. ¿Te refieres al Príncipe Luna?
—¡Sí, sí, sí; a ese mismo!
—No sabemos dónde está.
—...¿Qué?
—Nadie sabe qué fue de él después de su lucha contra el Rey Luna —continúa con neutralidad, levantándose de su lado para ir a abrir una trampilla en el suelo—; pero, entiendo hay una forma de llamarlo. Sin embargo, con esta lluvia no funcionará.
Del pequeño almacén saca una figura de madera en forma de gota de agua, regresa con el poblano y se la entrega.
—Puedo ayudarte; pero, primero, debe mi pueblo resolver el problema con los dioses.
San Juan odia admitirlo, no obstante, también va a ayudar; después de todo, es parte de la Hermandad. Es un cazador de leyendas. La profecía y el cuento sevillano pueden esperar en lo que libera al poblado nipón de un dios sentimentalista. Kubo sonríe cuando acepta apoyarlo, no debería mentirle; aunque, esa podría ser su única opción para derrotar a Susanoo.
Luego se podría disculpar.
La verdad, al leer la palabra del día anterior de Fictober, ya sabía lo que iba a hacer. Lo imaginé más extenso; pero era demasiado laborioso y no iba a estar todo este día sabiendo que debo consignas del reto.Esta vez, Leo se enfrentará a los dioses japoneses al lado de Kubito. Recuerden, estrellita, comentario y a esperar.
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𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖
Fiksi Penggemardescontinuado. 𝐂𝐇𝐎𝐂𝐎𝐋𝐀 + 𝐓𝐀𝐃𝐀: Si Teodora y su hermano eran el Café con Leche, y Miguel y Hiro el Arroz con Frijoles; ambos eran la Chocolatada. Pequeñas o largas historias de una pareja de homosexuales que no será 𝘤𝘢𝘯𝘰𝘯 jamás, mas q...