05; ∆shes

129 11 4
                                    

They burnt to ashes
Faded to grey












Leo se acerca con discreción, con el arma de hielo en ambas manos, se detiene en una esquina y, cuando se asoma a revisar, se encuentra a todo un grupo de burnish alrededor de una fogata. ¿Qué están haciendo? Antes de poder hacer más, un niño atina a verlo y cae.

No sabe cuánto tiempo le tomó reabrir sus ojos, no mucho, quizás; pero, al hacerlo, se percató que no podía morver ninguna de sus extremidades. Estaba amarrado. Trató de liberarle sin embargo le resulta imposible. Alza su vista de casualidad, reencontrándose con aquellos ojos grisáceos que observan sin ninguna expresión aparente.

—¡Oye, eres el loco jefe del Mad Burnish! —exclama con molestia, se supone que él estaría en la cárcel— ¡Suéltame!

—Kubo Tsukino, ese es mi nombre —responde sin rodeos desde su posición enconrvada en la piedra cercana—; recuérdalo, Leonardo San Juan.

—¡Qué me sueltes he dicho! ¿¡Estás sordo!?

—Cállate, estamos comiendo.

El morocho deja de forcejear y voltea a ver al grupo; en efecto, habían algunos enlatados tirados a su alrededor y botellas de agua.

—¿Desde cuándo los burnish comen? —cuestiona irónico.

El azabache, con su mueca de enfado, usa sus dedos para lanzar una llama morada-azulada que cae hasta el hombro del Leo —quién se asusta al creer verse quemado— y explota en su rostro.

—¿Crees que no comemos sólo por no ser humanos? —pregunta con seriedad, mofándose de ello— Pues claro que no pasó por tu cabeza, eres un idiota después de todo.

La cueva hace eco en sus palabras, palabras que recaen el Leo con dureza. Las llamas de la fogata le dan a alusión de ver una especie de alma en él, remarcando lo oscuro de sus hebras y una mueca mezclada en sus labios.

—También necesitamos comer para no morir, también necesitamos respirar y sentimos como todos —Miró a su gente unos instantes—. Las llamas son lo que nos da fuerza, ellas nos hablan y las escuchamos.

Quemen, quemen, quemen todo

—¿Y no han pensado dejar eso y vivir en paz? Por tu culpa creen que muchos burnish inocentes son terroristas.

—¿Por mí culpa? ¿¡Por mí culpa!? ¡El Charro no hace más que llevarse a mi gente! —vocifera—.Por mi culpa, ¿no has visto cómo nos ven? Sólo monstruos a sus ojos, nadie verá por nostros. Y con El Charro haciendo de las suyas es más complicado tratar de vivir.

—¿De qué rayos hablas? ¡El Charro nunca haría algo así!

Antes de responderle, es interrumpido por uno de los niños que siguió. 

—¡Señor, Kubo, es Norman!

El asiático se bajó de la piedra en la abierta dirección hasta un cuerpo casi inherte de su amigo. Tomó su mano y se acercó a su rostro. Leo puede verlo, esa mueca que cambia de la nada a unos labios estáticos y tristes, viendo un casi cadáver a sus pies que parece desvanecerse en las manos del azabache.

—Aguanta un poco más, amigo, pronto llegarán los camiones.

—Kubo, no lo lograré —El mencionado toca su rostro, acariciando sus facciones. El mencionado se deja tocar, respirando hondo y pausado en cad roce—. Está bien, sigue con tus planes, amigo. Llévalos a la libertad.

𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora