Se levantó en medio de la noche para darse cuenta que ya no estaba más a su lado, con cierta desesperación, lo busca en aquél pequeño cuarto de hotel, puede tranquilizarse cuando lo encuentra en el balcón. Deja su posición cómoda en la cama, estirándose y colocándose sus bermudas con pereza, mientras camina hacía su acompañante. Tenía puesta una holgada camiseta que le llega hasta las rodillas aun sabiendo la frescura del ambiente, fumaba un cigarro, hacía trucos de vez en cuando con el humo o simplemente lo retenía. El castaño llega a centímetros detrás.
—¿Te desperté? —pregunta sin voltear a mirarle, dando otra calada al Camel®.
—No, fue por mi cuenta —respondió.
Se coloca a un lado suyo. Admira cada facción como la primera vez, los más pequeños rastros de vida hasta la negrura de sus hebras, pasando por el puente de su espalda rasguñada y la blancura de las pocas partes de su piel que se salvan de marcas. Se sabía su retrato de memoria, delgado, fuerte, inquieto, apasionado y majestuoso; cada punto de partido y final, él lo conocía. No puede evitar sonreír ante el impulso de morderlo una vez más.
—Veo que estás contento.
—Quizás —El azabache le tiende un cigarrillo y lo niega, nunca le gusto la idea de morirse joven. Suspira—. Creo que esta vez te pasaste, esas uñas no se quitarán.
—Esa es la idea —expresa divertido; suelta el humo por sus labios—. Me voy temprano.
El moreno frunce el ceño, detestaba cada vez que se iba de madrugada; sin embargo, poco podría hacer para que quedara, y eso pasaba a menudo. Tenía en inercia una despedida sencilla y vacía, como si ningún roce, palabra o marca tuviera un significado oculto, ni siquiera las expresiones del otro en todo momento. Era como tratar de reparar un espejo roto con cinta y esperar que siguieran en su lugar las piezas. Lo detestaba, pero eso eran: miles de fragmentos.
—Valentina me invitó a salir con ella y conocer a sus amigos de Morelia —comentó sereno, recargándose del barandal marmolado.
—¿Aceptaste? —preguntó, por obvio que fuera, el castaño asintió— Ya no veía la hora de presentar al premio mayor.
—No hables así de ella, también te agrada.
—¿Me agrada que sea una pared? Claro, lo disfruto mucho.
—No es como si te importara.
—Pues no, por lo que debo saber.
Leo se confunde, ¿desde cuándo se pone a la defensiva? Si bien, sabía que ni ella ni él se toleraban ni siquiera en pintura, nunca se demostró grosero hacía la chica por menos presencia tuviera. Lo vió volver a inhalar y apagar el cigarro en el barandal. En ninguna parte de su cabeza le cabe lo mucho que lo desea y lo tanto que le odia. Aunque al final le daba igual lo que sintieran ambos, tenía Valentina y eso era la justificación suficiente de no dar un paso más. Kubo jugó con su cigarrillo medio acabado sin aguantar la hora de largarse a vivir como si nunca pasara esto. Como si nunca se cogiera a Leo y luego se arrepientiera.
—¿Seguro te sientes bien?
—Sí —miente el caucásico—, sólo sigo sin confíar en esa mujercita.
—¿Por qué? ¿Por qué tiene un arma a mi alrededor? Vamos, ríete. Tú no eres así.
—¿Así cómo?
—Amargado, infeliz, gruñón —enuncia el mexicano, quitando de sus dedos la basurilla y tirándola por el balcón—; cada que creces te pareces más a tu abuelo.
—¿Eso es malo?
—Para tu salud, sí.
—¿Es porque no soy Valentina?
El moreno cierra la boca. El azabache, sin más por decir, entra en el cuartito y cierra la puerta de cristal deslizante de una, cayendo en la cama y envolviendo su cuerpecito. El de orbes oscuras entra poco tiempo después y lo llama.
—Kubo... Kubo... Kubo...
—Leo, déjame.
—Kubi...
—Leonardo, no —Lo encara, chocando sus ojos marrones con los suyos, con toda la molestia que puede agarrar, también, lo agarra del cuello de su camisa—. Dijimos que esto sería algo superficial y así será, deja de darle rodeos al asunto y lo olvidaré.
—Kubi...
—Ya no me hables, Leo. Quiero domir.
Well... ya vamos para diciembre, jeje; but, no tengo excusa así que bai.En verdad, quiero acabar el reto aún cuando octubre se haya acabado. Espero, también, poder hacer más OS Kuban por aquí sin necesidad de crear otra recopilación, eso estaría bien. Espero les haya gustado —si llegan hasta acá— y que le den su estrellita.
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𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖
Fanficdescontinuado. 𝐂𝐇𝐎𝐂𝐎𝐋𝐀 + 𝐓𝐀𝐃𝐀: Si Teodora y su hermano eran el Café con Leche, y Miguel y Hiro el Arroz con Frijoles; ambos eran la Chocolatada. Pequeñas o largas historias de una pareja de homosexuales que no será 𝘤𝘢𝘯𝘰𝘯 jamás, mas q...