❝El que no sabe de amores, Llorona, no sabe lo que es martirio❞
Sale de la catedral en la penumbra nocturna con apenas unas cuantas velas que alumbran los caminos, pasando de la gente que lo observa fuese de reojo o sin ninguna discreción, con un ramo de las flores anaranjadas que dejan un rastro por donde las ánimas pasan, en su intento de seguir aquella figura joven y tan muerta. Las sombras pisan sus talones, el incienso se mezcla con el olor a fresnos y cera aromática; de vez en cuando, voltea detrás. Deja ver esos ojos perdidos en un punto entre la Tierra y el Más Allá; vacíos y dolidos.
❝¿¡Me estás insinuando que yo la deje morirse!? ¿¡Eso me quieres decir!?❞
Muchos que lo ven de lejos lo confunden con alguna figura conocida, tétrica, misteriosa y melancólica. Llega hasta la separación del pueblo y el inicio de un frondoso bosque de pino y fresno, la brisa mueve el rebozo que cubre sus hebras marchitas, sin volver a mirar atrás, continúa su recorrido. Igual a un alma vieja de regreso a su casa.❝Yo no...❞
❝¡Deja de tratar de controlar mis sentimientos! No cambiarán, no sé si pueda seguir y me enferma que creas eso❞
Regresa el rebozo a su lugar. No lograba nada con lamentar la delgada línea entre la muerte y la vida, ese resquicio intermedio de la duda que te hacía estar vivo y muerto a la vez; incluso si quisiera seguir llorando, el mar de lágrimas sabía no desbordarse a este punto y se atragantaba su amargura ahogándose en un intento de reflexionar lo corto que es respirar aire frío.
Lo corto que es llenar tus pulmones, avanzar en el sendero rojizo hasta el olvido, dejando eco en los que siguen esperando aquí a la venida de los muertos y la resurrección futura.
❝Ni siquiera sé porqué sigo contigo si sólo estás aquí para recordarme lo miserable y estúpido que soy❞
Quizás tenía razón, pudiera ser un pobre diablo que sólo sirviera para rememorar y dar paso a las almas en pena hasta la orilla de un río turbulento en un desesperado intento de ganarse lugar en el Cielo, o en el Inframundo o en el Más Allá.
Cuando llega al final de camino, se arrodilla hasta el nivel de un pequeño altar improvisado por él mismo, con fotos viejas recostadas en una cruz de madera empotrada en la tierra. Saca del bolsillo de su pantalón una caja de cerillas.
❝Estarás bien, confía en Dios❞
❝Dios es una maldita perra❞
Enciende el cerillo.
❝No deberías tomar, no cuando estás así❞
—Ruega por ellos, pecadores, y en la hora de su muerte...
Deja botones de cempasúchil distribuidos entre los platos con pan de muerto, las tazas de café frío y una canasta de pan variado. Siente un escalofrío en su espina dorsal y se gira con rapidez, detrás de él se encuentra a una mujer de gran hermosura.
Cabellos tiznados, ojos ambarinos detellantes, pálida y un sombrero enorme y alargado. Una especie de calaverita de azúcar tamaño casi humano.
❝La muerte no existe, ni la vida después de ella❞
—Una noche encantadora, ¿no lo crees? —pregunta la desconocida con tranquilidad, agarrando una de sus flores en los costados de su cabeza para dejarla en el suelo.
—Sí —responde.
—Supongo que aún deseas verlo, ¿o me equivoco?
La dama se acerca más hasta estar pegada a su espalda, siente la frialdad de su alargado vestido carmín junto al calor de la bondad que puede llegar a tener la Señora del Más Allá. Él, se levanta y encara a la susodicha, frunciendo el ceño.
—¿Puede retirarse?
—No debes correr a La Muerte, chiquillo —expresa neutral, apagando de golpe la llama de las velad en un arrebato de inquietud—, no cuando ella ha hecho mucho a su gente.
—No creo que hagas lo suficiente.
Ella baja sus orbes brillantes hasta su pecho, ese de donde cuelga ese viejo camafeo al cual siempre quizo meter mano. Respira hondo y lo deja salir.
—Supongo que no, después de todo, estarías conmigo si fuera así.
Le echa un vistazo rápido a las aguas turbulentas. Sonríe con malicia, regreso su rostro azucarado al muchacho.
—Espero que disfrutes tu Día de Muertos. El reloj sigue en cuenta regresiva, no lo olvides.
❝El que no sabe de amores, no sabe lo que es martirio❞
La verdad, este se quedará, también, como uno de los capítulos de este libro de OS. La idea principal era relacionada con la muerte de Doña Toñita; pero, una idea se cruzó con otra —y no quería narrar nada con esa bella señora— y resultó eso junto a estrés escolar de exámenes, gg.
La verdad, ya por tiempo e inspiración, no pude completar los retos en tiempo y forma; pero, no significa que deje esto botado. De hecho, me encantaría reescribir cuando termine los que me faltan.
¡Sin más, esperen los tres últimos!
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𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖
Fanfictiondescontinuado. 𝐂𝐇𝐎𝐂𝐎𝐋𝐀 + 𝐓𝐀𝐃𝐀: Si Teodora y su hermano eran el Café con Leche, y Miguel y Hiro el Arroz con Frijoles; ambos eran la Chocolatada. Pequeñas o largas historias de una pareja de homosexuales que no será 𝘤𝘢𝘯𝘰𝘯 jamás, mas q...