02 ; Cendrillion II

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[❗] A V I S O

Esta parte del one-shot tiene tiempo, así como la primera, entre mis escritos; por ende, puede ser algo repititivo o no parecido a lo que vieron del Fictober o verán.

¡Disfruten!

La fiesta tenía algunos minutos de haber iniciado; la gente baila al compás de un vals suave, los meseros traen champagne para sus invitados y él se pierde entre la música

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La fiesta tenía algunos minutos de haber iniciado; la gente baila al compás de un vals suave, los meseros traen champagne para sus invitados y él se pierde entre la música. Miguel había ido a buscar a San Juan y Marco se había quedado a su lado para no perderlo como la otra vez; la gente lo saludaba y se maravillaban de saber que venía de "muy lejos" a atender la fiesta de gran magnitud. La propia hija de los Villavicencio había honrado su presencia con una muestra de tequila con limón para que probara "un poco de México".

De no ser por su aguante a bebidas alcohólicas, ya le hubiera dado algo. El moreno menor se acerca como león a gacela, él era la gacela, trayendo a su víctima hasta las fauces del lobo; sin que sospechara nada. Y vivió un recuerdo que no era suyo, alguien acercándose por detrás y asustándolo para ambos reír, como si alguna vez lo hubiera hecho. Casi mira detrás de no ser por la proximidad de San Juan.

—Escuche que quería verme, príncipe.

—Su compañía me ha parecido bastante grata que pensé que no le molestaría estar a mi lado; aunque fuese un rato de la velada —comenta con la voz más amena que encuentra.

—Lo acompañare hasta que quede harto de mí, su alteza —responde caritativo, haciendo reverencia.

«Sé que lo harás».

—¿Le gustaría bailar? —El chico le ofrece su mano.

—¿Bailar? Me temo que yo no sé bailar lo que ustedes denominan así.

—No es importante saber moverse en cuadro por un enorme lugar, sólo confíar en su pareja.

—¿Pero no se verá raro ambos siendo hombres? ¿Y su prometida?

—Que no le importe lo que otros piensen, su alteza; a mi prometida no le molestará en lo absoluto.

El moreno lo lleva por el salón hasta la pista; coloca sus mano en su cintura y la otra toma dirige su mano a su hombro y la restante la junta a la suya.

Un nuevo vals inicia, un lento, lo dirige para no perder el ritmo ni los pasos. No lo mira, no se atreve a encarar a aquél que morirá en sus manos sintiendo cercano su calor. Le pareció vivir un sueño, uno donde se mueve junto al pasto de la pradera en mano de un desconocido familiar.

Ahí se veía, danzando en el pasto. Por fin lo mira a los ojos y en ellos encuentra una paz perdida. Se siente vivo, feliz, comprendido.

Lo lleva por toda la pista, a veces equivocándose y riendo de sus errores; importando la burbuja que los rodeaba antes de ser pinchada por la mirada penetrante de De la Cruz en su dirección. Sus ojos se mueven por todo el salón. Es cuando despega los suyos de la fantasía y mirar alrededor; sonrisas, encuentra sonrisas cómplices y vistazos eternos de presión. 

𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora