🌙; Alma.

190 23 9
                                    

Leo ya estaba un poquito harto del tema de las almas gemelas; ¡es que no! ¡No necesita una ahorita y no le interesa buscarla! Se encontraba muy bien en su soltería después de que Marcela encontró a la suya. Sin embargo, todos parecían joderle la existencia en el mismo PUTO punto: la felicidad que conlleva. Encontrarte con tu alma gemela era como vivir millones de amaneceres, según Marcela; igual a la alegría de comer pan caliente, según su hermano; como encontrar esa musa, según Miguel; o ese alguien para tus locuras, según Marco.

Y es que todos sus amigos parecen estar satisfechos con su otra mitad. No le cabía en la cabeza que no se hayan preguntado “¿en verdad estoy a gusto con este tipo?” o “¿en verdad lo amo?”; puesto que cada día se cuestionaba más y más la posibilidad de tener un media naranja en algún lado. Hasta la llegada de ese día.

Hubo un viaje al Shark ExperienceAcuarium of the Bay en California donde casi todo el CEMSSF —Centro de Estudios Medios Superiores de San Fransokyo— estuvo presente. Fue, exactamente, en el último acuario donde lo encontró. No, no fue algo maravilloso ni espléndido; no, tampoco sintió golondrinas en su estómago. Él lo describiría como “melifluo y sencillo”, pero agradable.

Se había quedado atrás en la gran pecera admirando lo colorido de los colares o simplemente no quería seguir presenciando como Miguel trataba de tragarse a Hiro. De la nada, sintió un vuelco en el interior, ese que le hizo voltear y encontrarse con otros grupos de niños excursionistas. Nada fuera de lo común, curioseando y poniendo atención al guía. Quiere regresar con su grupo cuando un adulto —la maestra, quizás— pega un grito al cielo.

—¡Señorita Jones, joven Tsukishima y Trubshaw; vegan acá ahora!

Por la entrada se asoma una cabellera con destellos azulados seguida de una castaña y otra azabache. La primera era una niña que llevaba botas de cuero y chamarra con bordados de estrellas, el segundo un niño con guantes rotos y jeans sucios, el último sudadera roja con un emblema de escarabajo y Vans a juego. La mujer les reprochaba su inasistencia de forma marcada; cuando menos espera algo, el de hebras oscurísimas conecta mirada con la suya y sonríe. De esas sonrisas efímera y lindas.

—¡Joven Tsukishima, escuche cuando le hablo!

Y la mujer le da un golpe con una Vougue Italiana. Se ríe lo más bajo que puede y se retira aguantando las carcajadas. Sencillo. Nada fue extravagante ni eterno ni ocho cuartos, fue una serendipia. Para cuando se conocieron mejor —segundo semestre—, ninguno recordaba tal anécdota hasta ese momento en que Kubo acariciaba a su nena gatuna en el regazo.

—¿Y te acuerdas cuando te pegaron con una revista?

—¿Eh? —preguntó el asiático sin dejar de consetir a Umeboshi.

—La primera vez que te vi, te golpearon con una revista de modas —Ríe al hacer memoria del día en el acuario—; cuando fuimos al Acuario en California.

—... ¿Cuándo? 

—¡Oh! Ya nada, hombre.

—¡Oh! Ya nada, hombre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Bueno...

Si soy sincera, fue lo primero que pensé al leer el tema del día pasado. No hay mucho que comentar de eso, esto es relleno rellenoso (?).

𝘾𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙖𝙙𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora