Vamos a la capital

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-Ya mamá no llores, no es como que valla a morir.
-Es que... mi hija se irá y no podemos ir contigo.
Intento consolar a mamá de su inmenso llanto pero es inútil. Mi papá se la lleva unos metros para consolarla. Ahora mismo estoy a punto de partir a la capital. Después de la comida y la plática con la señora Salvatierra quise intentar algo nuevo tal vez encuentre pistas o tal vez no, quien sabe lo que nos espera. Se supone quede con Alexis que al medio día nos veríamos a fuera de mi casa. Tengo todo lo necesaria ropas y libros qué tal vez pueda ocupar así como también la espada que me dio la cual no e podido devolver. El traqueteo del carruaje se hace más intenso. Los caballos que lo llevan se paran justo delante de mi y puedo ver que se habré la puerta y sale un chico alto de cabello rubio y una sonrisa devastadora. Poco después llega otro carruaje.
-¿Puedo preguntar por qué dos?
-Uno es de la duquesa y César nosotros nos iremos en este.
Asiento con la cabeza y el hace un movimiento con las manos para que empiecen a subir mis cosas. Se escucha como se habré la otra puerta del segundo carruaje y una cara seria de piel blanca y cabello negro baja de esta.
-Así que por esto nos detuvimos hermano.
-Si ya le había dicho a la duquesa.
-Entiendo.
Lo observo con gran fervor es acaso que no planea decirme nada? Ruedo los ojos y les doy un último abrazo a todos.
-Los amo mucho.
-Y nosotros a ti...
los ojos me empiezan a cristalizar pero prefiero voltaear y dirigirme al carruaje donde Alex me espera con la mano extendida.
-¡Esperen!
Esa voz debe ser Mario. Detengo mi partido y me volteo. Puedo ver un chico cansado y sudoroso con el pelo café empapado por este y ojos almendrados con una esperanza en ellos.
-Mario.
Corro hasta el y lo abrazó el primero se resiste pero luego accede a él con la misma fuerza que yo. Me alejo un poco y el me mira con sus ojos tan lindos.
-Pensaste que no vendría a despedirme.
-Creí que jamás volveríamos a vernos.
-Escucha te creo. Y sobre todo intentaré buscar información sobre eso en mis viajes. Cuando tenga noticias te mandaré una carta.
-No solo tiene que ser por noticias. Eres el único amigo que tengo que entiende lo qué pasó...
-Auch. Espero que cambiemos algo sobre eso de amigos.
Me alejo sonriéndole y subo al carruaje dándole una última vista a todo. Mi casa, mi familia, mi amigo. No sé hasta cuando volveré pero espero sigan iguales cuando regrese. Extiendo la mano en situación de despedida y me dispongo a entrar al carruaje. Cierran la puerta y los caballos empiezan a caminar. Mi vista no se despega de la ventana hasta que mi familia y amigo no son visibles ahí es cuando regreso mi vista a mi acompañante. El cual me observa algo furioso en este momento.
-¿Que? Tengo algo en la cara?
-Solo el sudor de tu amigo plebeyo.
Iba a decir algo pero él se sienta alado de mi y con un pañuelo limpia mis mejillas hasta llegar a la cicatriz que me dejó la pelea de ese día. Con su dedo anular lo toca ligeramente y yo no puedo evitar hacer una mueca.
-Té lastime?
-No. es solo que nunca nadie me había tocado la cara así.
-Fui descortés lo siento.
-No, está bien.
-Entonces me dejarías ayudarte con eso.
Asiento con la cabeza y el toma su dedo para luego pasarlo sobre mi herida, este calor tan abrazador siento que ya lo había pasado antes.
-Fuiste tú el que borro mi herida después de la segunda etapa?
-Supongo que me descubriste.
Sonríe ligeramente. En la oscuridad del carruaje su cabello es incluso más dorado y sus ojos azules son más llamativos. Diablos por qué es tan atractivo.
-Por que? Por qué siempre me estás cuidando. Me niego a creer que seas así con todas.
-La verdad yo... no lo sé. Creo que siento algo por ti pero no estoy seguro de lo que es.
Mis ojos se abren como un plato y mi corazón empieza a acelerarse. El dijo que siente algo por mi...
-Tal vez solo me vez como una hermana.
-Entonces hay que comprobarlo..
toma mi mentón con delicadeza y reposa sus labios sobre los míos. Sus labios rozan los míos tan delicadamente, es como si me tratara como una muñeca apunto de romperse. Siento una calidez al tacto de sus labios tan abrumador y encantador. Se separa un poco de mi y me mira a los ojos.
-No quiero que nadie se acerque a ti y vea lo que yo veo en estos momentos.
Me mira con unos ojos de deseo y anhelo como si fuera un niño que mira un dulce y lo quiere pero no puede tenerlo. Se levanta y se sienta en la silla enfrente de mi para luego observar por la ventana. Es en serio que no planeas decir nada? Le sigo el juego y volteo para el otro lado. La verdad es que una parte de mí deseaba que siguiera pero sé que no es el momento y el también lo sabe. Recuerdo el beso y mis mejillas se tornan rojas así que trato de tranquilizarme y seguir viendo por la ventana.

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