Una carta de lamento.

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Tengo el recuerdo de la primera vez que te conocí.

Siempre habías sido una persona de estilo conservado y neutro respecto a tus emociones con el resto. No hablabas con nadie si no te hablaban primero, no sonreías con facilidad si no encontrabas una razón, no compartías tus pensamientos o convicciones personales porque nunca habías encontrado a una persona que mereciera saberlos, pero tampoco buscabas realmente a alguien que los ameritara.

Eso sólo hasta que me encontraste, pero para ti fue sólo casualidad. Porque sé que si hubieras sabido que te rompería el corazón al final de nuestra historia, entonces habrías buscado una forma de jamás conocerme.

Ninguno de los dos lo sabía.

Sólo eramos conscientes de que parecíamos estar conectados ya que constantemente el entorno, y la vida, nos volvía a reunir en algún lugar. Y yo sabía en tus ojos, cada vez que nos mirábamos, que nos veías como algo especial.

...

Fue durante la primavera cuando una amistad genuina floreció en el corazón de ambos. Empezamos a compartir nuestras vidas indiscriminadamente, sin el más mínimo miedo de darnos la espalda o juzgarnos.

Porque era algo especial.

Y comenzaste a hacer cosas que antes no, como reírte pero incluso de tus propios chistes. Como llorar cuando algo te afectaba demasiado. Enojarte cuando algo sobrepasaba los límites de tu paciencia. Interesarte por cosas que antes ignorabas, o cuidar más las personas que llegaban a tu vida.

Bajaste por primera vez la guardia, y dejaste que te conociera.
Pero yo con el tiempo, había desarrollado un afecto que iba más allá de lo que considerábamos sólo una amistad. El problema fue que en realidad eso no lo planeé, no fue algo que busqué sentir, o provoqué a propósito. Fue instantáneo y se hacia más y más grande en mi interior. 

Era un mundo completamente nuevo e inexplorable.

Cada vez que nos encontrábamos me emocionaba de forma diferente, mi corazón se aceleraba o estaba nervioso de escucharte hablar.

Cuando estábamos juntos todo lo que hacías lo veía de forma especial, podía escucharte por horas y me sentía bien incluso sólo con eso.

Estaba confundido, no entendía a mis propias emociones.

 Me llevó tiempo darme cuenta que lo que sentía cuando me sonreías o mirabas al hablar en realidad era amor. 

Estaba enamorado de tus máximas y mínimas expresiones. Enamorado de forma genuina y propia como alguien que recién descubría el amor.

Y entonces lo comprendí.

Y cuando reuní todo el valor existente en mí, pude decírtelo. Pude confesar mis sentimientos, y no voy a mentir sentí temor, sí, pero el deseo de que lo supieras era más fuerte que cualquier pánico al rechazo.

Momentáneamente todo el miedo se consumió rápidamente cuando tu respuesta fue una simple sonrisa. Una sonrisa de afecto que me había dado la seguridad de que sentías lo mismo que yo.

Comprendí que nunca me dejarías solo.

Durante ese tiempo vivimos y creamos experiencias únicas que iban a quedar marcadas en mi mente y recuerdos el resto de mi vida como memorias de felicidad pura.

Compartimos más de lo que cualquiera podría compartir de sí mismo.

Sentí amor, y me sentí amado.

Pero pese a todo el afecto que existió, llegaron los días difíciles. Y los sentimientos de los que estaba seguro en algún momento que sentía se volvieron complicados de nuevo.

Porque no pude evitar ver a mi alrededor y sentir que el mundo estaba juzgando mis decisiones, estaba rechazando mis sentimientos, además de nuestra relación, incluso si sólo manteníamos para nosotros mismos.

Entonces comencé a sentir miedo también.

Habíamos creado un lazo que nunca en mi vida volví a crear con nadie más y sé que también lo veías de esa forma. Pero nunca supe si la inseguridad que yo sentía, y que me abrumaba todos los días, también la podías sentir.

Dejé que la preocupación de que todos supieran lo que hacíamos o de quiénes eramos la cargaras tu solo porque yo era muy cobarde para admitirla.

Y me escondí  para después dejarte ir.

Terminé una historia que yo mismo había comenzado, y de una forma trágica haciéndote daño con mis propias palabras y mentiras. Te lastimé al haberte hecho creer que sería capaz y no lo fui. Te herí al hacer que sintieras esta conexión y después te la arrebatara de golpe.

Merecías un primer amor que te diera felicidad que dabas, y en vez de eso te devolví tristeza e inseguridad.

Nunca hay un día que no me lamente de mis decisiones.

Si pudiera tomar tu mano y decirte que la vida después de conocerte nunca empezó para mí, que me mantuve estancado en el pasado y allí me quedé, porque descubrí un mundo en donde pertenecía, en donde me sentía seguro y feliz.

Pero me mirarías con odio, con rechazo, y tal vez con tristeza devastadora como la última vez.

Y lo merezco.

Ojalá cuando pueda mirarte a los ojos de nuevo, me sonrías y tal vez quieras devolverle la razón a mi vida.

...

shall we? | JJP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora