CAPÍTULO 18

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Esa misma noche cuando llego a casa, lo primero que hago es darme una relajante ducha y ponerme mi calentito pijama de invierno.

Vale, estamos en febrero y el invierno ya ha pasado, pero es tan mullidito que ni el estampado de caballos me impide disfrutar del calorcito.

Me dejo caer en el sofá como un peso muerto y me dispongo a disfrutar de una hermosa y tranquila lectura, pero claro, por algún motivo u otro, Violetta nunca podrá leer en paz. ¡Esta era la parte más interesante!

La pantalla del ordenador se ilumina indicando una llamada entrante y al leer el nombre de la responsable, una instantánea sonrisa se me forma en los labios. Como no.

—¡Pelinegra!—grita Angie dejándome momentáneamente sorda.

—Pero mira quien es. La desaparecida.—bromeo dejando el libro de lado, pero no muy lejos.

—¿Desaparecida yo?—alucina poniéndose una mano al corazón.—¡Has sido tú la que no has llamado desde la última vez con Tiago!

En eso tiene razón. La última vez, si no recuerdo mal, se encontraban en una pista de aterrizaje a punto de hacer paracaidismo y el instructor casi pierde los papeles con Angie porque quería (palabras suyas) "llevarnos con ella".

En todo eso, Leonardo solo podía carcajearse y besarla por sus ocurrencias.

—Si por mi fuera estaría todo el día hablando contigo, pero Leonardo se pondría celoso.—Hago pucheros al recordar lo celoso que se pudo la primera vez que hicimos llamada y Leonardo creía que Angie estaba hablando con Marc. Aún no lo supero.—¿Que tal os trata la luna de miel de dos meses?

Sí, señores. Los marqueses han decidido alargar la luna de miel a dos meses porque, claro, no se puede visitar Sudamérica, Londres, India y volver a Italia en tres semanas.

—No creo haber vivido mejor en toda mi vida.—fantasea tumbándose en la gran cama.—Todo es maravilloso, Vio. Las casas, la gente, la cultura, la comida...aún no me lo creo.

Le sonrío con mucho cariño. Puede que algunas amistades tengan celos de la otra por sus logros o por el estilo de vida que lleva, pero yo estoy muy orgullosa de ella y feliz por esa ojiverde que vino a España para cuidar de su familia y terminó encontrando al amor de su vida.

—Pues créetelo porque ese hombre te va a consentir como una reina hasta que tengas más arrugas que cara.—le aseguro riendo al imaginarme la imagen de un Leonardo y una Angie viejitos, llenos de canas y arrugas descansando en el porche de su casa en Italia.

—¡Venga gracias!—ironiza rodando los ojos.—Cuéntame de ti, ¿cómo te trata el nuevo trabajo?—mi cara se ilumina y voy a contarle absolutamente todo cuando la puerta de su habitación se abre y por ella aparece Leonardo con bermudas y una bandeja de comida en la mano.

Para el carro, ¿Leonardo, con bermudas? ¿Sigo viviendo en la misma dimensión o he viajado a otra galaxia?

—Buenos días, angioletto.—aún no se ha dado cuenta que estoy aquí y se acerca a Angie para besarla tan íntimamente que hasta yo me sonrojo y tengo que parar esta dosis de dulzura antes que me dé diabetes.

—Hola, Leonardo. ¿Como te va? ¿Bien? Me alegro mucho, a mí también. ¿Podéis guardaros los cariñitos para luego.—mi arranque de agitación lo toma por sorpresa y abra bien grandes los ojos, sonrojándose casi imperceptiblemente.

—Vaya, no sabía que tenías compañía, amore mio.—se sienta a su lado y la abraza por la cintura, atrayéndola más hacia él.

Ay, que lloro de emoción.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora