CAPÍTULO 66

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Cuando el taxi me deja en el hotel, no tardo ni diez minutos en llegar a la habitación y meterme bajo el chorro de la ducha.

Es ahí donde puedo desahogarme y, por fin, descargar todo lo que he venido aguantando durante el viaje.

Dejo que las lágrimas fluyan libremente por mi rostro y cierro los ojos permitiendo que el agua caliente se filtre por mis poros y empape mi cuerpo. Es irónico que, después de todo lo ocurrido, sea ahora cuando mis sentimientos estén más claros que nunca.

Amo a Tiago con locura y estaría dispuesta a dejar mis suelos a un lado por él. Pero también entiendo lo que dice, sería muy egoísta de nuestra parte no pensar en nadie más. Y, por mucho que me duela, Tiago debe cumplir la promesa que le hozo al padre de Chantel. Hemos intentado averiguar quién está detrás del chantaje, pero hemos llegado tarde.

Despejada por fin, me salgo del agua con la piel sensible y me envuelvo rápidamente en una toalla para no coger frío.

Violetta: ¿Cómo te encuentras? ¿Y el niño? Por cierto, ¿cual es su nombre? No puedo referirme a tu hijo como "el niño" cuando sea su madrina.

Desde ayer que no sé nada de Angie ni de Leonardo y me quedé algo preocupada al irme de esa firma tan súbita.

Angie: Un consejo; NUNCA tengas hijos. Te lo digo muy en serio, Violetta. No he podido pegar ojo y Leonardo parece una lapa. Se nota que Adrien ha salido clavadito a su padre.

Adrien...Bonito nombre, francés obviamente. Era obvio que Angie iba a ponerle un nombre francés a su hijo.

Entro en la bandeja de mensajes y al comenzar a eliminar correos, me encuentro con el último que me mandó Christopher.

Oh, mierda. Dejé el hotel abandonado sin avisarle. Y digo abandonado porque a Dakota no se la puede considerar mentalmente capacitada para ejercer esa responsabilidad. Antes convierte el hotel en un centro comercial.

—Volveremos dentro de dos días máximo.

Me acuerdo que eso fue lo último que me dijo antes de colgar y no volver a comunicarme con él, por lo tanto eso significa que aún estará aquí o justo estará por embarcar. Por mi bien, espero que sea lo primero.

¿Debería decirle que también estoy en Nueva York? Samuel también debe estar con él, al fin y al cabo, Christopher fue el iluminado de llevárselo con él cuando el hotel más lo necesitaba.

Armándome de valor y tomando una profunda bocanada de aire, me decido a llamarlo. Le diré que necesitaba consultar una serie de cosas con algún socio importante y ya está. Espero que cuele y no se enoje demasiado. Aunque eso último es algo improbable en este momento. Parece que Christopher viva enfurruñado, últimamente.

No han sonado ni dos tonos cuando unos suaves golpes en la puerta interrumpen mi discurso interno.

¿Será él? ¡Claro que no, Violetta! ¿Como quieres que Christopher se haya enterado tan rápido de dónde estás?

Sacándome esa descabellada idea de mi cabeza, me dirijo a la puerta y, cuando la abro, la cierro al instante. Pero su mano bien pintada me lo impide.

—Qué narices haces aquí.—cuestiono de malas maneras sin darle la bienvenida cuando Dakota entra con toda la confianza del mundo.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora