Los días posteriores a la nota de Tiago son monótonos. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Con Christopher y Samuel fuera, solo me queda Nadia, que la intento evitar para no sentirme peor de lo que ya estoy y Dakota que, por razones obvias, no quiero respirar su mismo aire.
Hay días en los que puedo manejar mejor la ansiedad y otros días menos, como por ejemplo hoy. Le he estado dando vueltas al teléfono durante los diez minutos de recorrido hasta el hotel, convenciéndome que llamar a Tiago es mala idea. Me pidió tiempo, tiempo para pensar y aclarase las ideas y se lo voy a dar. Cueste lo que me cueste.
Tarde me doy cuenta que el coche ya se ha estacionado enfrente del hotel y el chofer está esperando a que me baje.
—Que tenga un buen día, señorita Molina.—me saluda amistoso Alfred cuando abro la puerta.
—Lo dudo.—gruño a modo de despedida azotando la puerta más fuerte de lo que debería.
Normalmente, cuando llegaba al hotel me pasaba por recepción y me quedaba diez minutos hablando con Nadia antes de subir y encerrarme en la oficina. Pero desde que me acusó de ser la culpable de todo lo que estaba pasando, no le he vuelto a dirigir la palabra. No más de lo estrictamente profesional. Ya tengo suficiente con solucionar o mío como para preocuparme por haber herido sus sentimientos.
—Violetta.—me llama Nadia desde el mostrador de la entrada y la ignoro.—¡Violetta, espera!—vuelve a insistir y oigo sus apresurados pasos pisándome los talones, así que no me queda de otra que detenerme y escucharla.
Antes de girarme, pongo una falsa sonrisa en los labios y endulzo mi voz.—¿Sí?
—Eh...papeles, quiero decir...han llegado unos papeles.—tartamudea esquivando mi mirada y tendiéndome los papeles con manos temblorosas.
Es curioso como hace menos de cuatro días, a la que le temblaban las manos era a mí. Es curioso lo que un gesto o una mirada pueden hacer.
—Gracias.—farfullo arrebatándole la carpeta de las manos, arisca y sin contemplaciones.
—Violetta.—vuelve a llamarme cuando empiezo a alejarme de ella y tengo que hacer de tripas corazón para no ignorarla y seguir andando.
«No puedes hacer eso. Ahora eres la máxima autoridad aquí, tienes que hacerte respetar.»
—Y ahora qué quieres.—suelto en un suspiro cansado y sin molestarme ha esconder mi desagrado.
Veo como su garganta se contrae y sus hombros se echan ligeramente hacia delante, como si quisiera cerrar los ojos y desaparecer. Lo sé porque yo también he estado ahí.
—¿E-estás bien? ¿Te he hecho algo?—pregunta más asustada que un caballo viendo un camión.
—A parte de lo obvio, no.—me limito a responderle franca y sin emoción.—Ahora si me disculpas, tengo mucho trabajo por hacer.—meneo la carpeta a la altura de mi cabeza para que se dé por aludida.
Parece que Nadia va a decir algo, pero opta por cerrar la boca. Bien, mejor así. No quiero la lástima de nadie.
Enfilo el pasillo dejándola atrás en el vestíbulo y sin dejar que la duda haga mella en mí, me dirijo hacia el despacho de Christopher. Cuando se fue no me dejó ningún tipo de indicación y, a parte de lo frustrada que estoy, tengo que continuar yo sola con los proyectos que ya estaban en marcha. Por algo soy la subdirectora.
El problema viene cuando voy a abrir la puerta, pero esta ya está abierta y dentro oigo una voz que detesto.
Con el mayor sigilo posible, me asomo por el marco de la puerta y confirmo mis sospechas. La arpía de Dakota se ha metido en el despacho de Christopher y aunque mire hacia todos lados para descubrir con quién está hablando, no logro ver a nadie.
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DOBLE MENTIRA
Novela JuvenilHan pasado cuatro años desde que la vida de su mejor amiga Angelique cambió radicalmente, y ahora es su turno de luchar por la vida que tanto anhela. Violetta Molina no lo ha tenido todo tan fácil. Estuvo metida en una relación que no terminó bien y...