CAPÍTULO 48

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Gracias a dios que no tuve la brillante idea de traerme más de dos maletas porque ya estoy teniendo problemas para bajarlas por las escaleras sin hacer mucho ruido.

Resulta que la fiesta se alargó y hubo una que otra botella de alcohol rondando por ahí. Obviamente que ha Angie no le dejaron probar ni una gota y obvio que intentó hacer aluno de sus trapicheos, así que, dejando a un lado mi caso, para casi todos la noche fue todo un éxito.

Es por eso que ahora, esos que ayer presumían de su potente vitalidad, están roncando como cerdos mientras esta morena de aquí tiene que apañárselas para bajar un segundo piso con maletas más grandes que su cabeza en completo silencio.

Cuando llego al rellano ya estoy chorreando de sudor y maldigo una y otra vez mi terquedad en irme a primera hora de la mañana.

—¿No había ningún vuelo más temprano?—aparece Angie de la nada con una sonrisa irónica, como si me hubiera leído los pensamientos.

—Sí, pero temía que me mataras con tan solo decirlo.—le sigo el juego depositando el equipaje en el rellano.

Se para a pensar.

—Hiciste bien.—concluye frotándose rítmicamente la barbilla.—Pero, ¿en serio no te puedes quedar un poco más?—se lamenta y niego divertida.—Vamos, solo un par o tres de horas más.—insiste poniendo morritos y juntando las manos a la altura de su cara.

Ya se lo dije, esta vez no voy a dar mi brazo a torcer, por mucho que me cueste. Tengo que aprender a decir que no a la gente y hay que hacerlo desde ya. No puedo ir por la vida cambiando de opinión a antojo de nadie.

—Ya tengo el pasaje comprado.—me limito a responder, pero eso no la convence ni de lejos.—Sabes que no quiero encontrármelo cuando me vaya y cada minuto de más que paso en esta casa me encuentro intranquila.—me arrimo para susurrarle bajito a la vez que me aseguro que Tiago no se encuentra por aquí cerca.

Mi última explicación parece haber surtido efecto ya que termina cediendo pese a la reticencia aún visible en sus ojos.

—Entonces ya está todo dicho, ¿verdad?—suspira apartándose las greñas de la cara y asiento segura.—Asunto zanjado y superado entre vosotros.—puntualiza echándome una mirada sospechosa y asiento de nuevo, pero esta vez con menos seguridad.

Por suerte, antes de que le dé tiempo a seguir indagando en le tema, aparece Leonardo con las llaves del coche en mano. Menos mal porque sino le hubiera terminado confesando que no estoy para nada segura de mi decisión y pese a que todos me digan que ha sido lo mejor, tengo la sensación de que esto no debería haber terminado así.

—¿Lista?—me pregunta Leonardo con su ya característica sonrisa en los labios.

Y pensar que antes a penas se le veían los dientes...Es increíble lo que una persona puede cambiarte. Me acuerdo que en sus inicios, nadie creyó que su relación durara mucho. Es decir, ¿los habéis visto? Son, o bueno, eran todo lo contrario. Como el yin y el yan, pero afortunadamente encontrarnos la forma de complementarse y ahora van a iniciar una familia juntos.

Encogiéndome de hombros a modo de respuesta, me meto las manos en el bolsillo y es entonces cuando me doy cuenta que aún sigo teniendo las cartas que Tiago y Chantel me mandaron justo antes de venir.

Mierda, se me olvidó quemarlas.

—Sí, solo un minuto.—subo corriendo de dos en dos las escaleras hasta el segundo piso y, sin pensarlo dos veces, me dirijo al cuarto de Tiago.

Es solo cuando estoy delante de la puerta cuando me detengo y me doy cuenta de lo que pretendo hacer.

¿Y si mejor me marcho y tiro las cartas en alguna papelera de por ahí? No, no puedo dejar que este tipo de chantaje emocional me controle y por mucho que parezca que hemos "arreglado" las cosas entre nosotros, es solo una fachada construida con poliéster.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora