Me quedo momentáneamente sin palabras y mi cerebro se niega a conectar con mi boca, de manera que me quedo boqueando como un estúpido pez.
—No.—es lo único que soy capaz de decir antes de cerrar los ojos con fuerza y esconder el rostro detrás del pelo.
—Violetta.—su voz demandante me estremece, pero me obligo a ignorar su efecto en mí y seguir preparando la cena. Que, siendo sincera, me está abriendo el apetito.—¿Que ha pasado?—como nota que lo estoy evitando a propósito, extiende un brazo frente a mí para impedir seguir ignorándolo y su corpulento cuerpo me bloquea por el costado.
Su insistencia me cansa y su inesperada cercanía despierta en mí emociones contradictorias. Aún le dura ese aroma dulzón.
—¡Nada! Me encuentro perfectamente.—exclamo sintiéndome acorralada. ¿No ve que no quiero hablar de ello?
Percatándome de mi falta de educación en mi tono de voz, quiero rectificar de inmediato. Al fin y al cabo, sigue siendo mi jefe y por el modo en el que sus ojos duros están finos en los míos, sé que he hecho mal.
—Lo siento, estoy un poco sensible y no me gusta que me presiones tanto.—balbuceo una disculpa pasándome una mano por el pelo.—Yo respeto tus secretos, respeta tú los míos.—y dicho esto me vuelvo a concentrar en la tarea de calentar los burritos. Todo bajo su atento escrutinio.
Se queda unos minutos más mirándome hasta que niega con la cabeza mirando al suelo y, por fin, puedo respirar con libertad. Su mirada es demasiado intensa como para estar cómoda.
—Tienes razón, lo lamento.—y de pronto lo oigo soltar una ligera risa seca yo lo observo desconcertada.—He venido con la intención de animarte la noche y al final voy a terminar incomodándotela.
—¿Animarme la noche?—inquiero dejando la cena a un lado examinándolo con una ceja alzada y puedo percibir como sus mejillas adoptan un sutil color rosado. Mi boca se abre sin quererlo.—No creo ser yo la que necesite compañía.—lo codeo jugando y ahora, en vez de ponerse más rojo, se rasca la nuca con las manos evidentemente temblorosas.
Si cuando lo he visto plantado en la entrada de mi casa he quedado atónita, ahora estoy alucinando. No creo haber visto, jamás, a Christopher en este estado. Intranquilo, inquieto.
—Voy a acabar pensando que soy un libro abierto para ti.—dice acompañándolo de una risita nerviosa y hasta lo encuentro tierno.
—No creas, la mayoría de veces eres todo un caso.—reconozco con la intención de calmarlo y llevando los platos a la mesita del salón con Christopher pisándome los talones.—Pero el echo que te presentaras en mi casa a las diez y media de la noche con la cena y la ropa sumamente desaliñada, me he hecho sospechar.—continúo y, a la vez que expongo mis motivos, le voy señalando su atuendo. Desde los zapatos mal abrochados, hasta el pelo revuelto de mala manera.
—Podrías ser detective, ¿te lo han dicho alguna vez?—puntualiza cruzándose de brazos, claramente entretenido.
—No creo, me desmayaría a la mínima presencia de sangre.—reconozco contrayéndome de repulsión ante el simple pensamiento de ver sangre derramada.—Solo leo mucho, eso es todo.
Me siento en el suelo acercándome el plato a la boca y, obteniendo la reacción esperada, Christopher se queda algo desconcertado ya que seguramente cenar en una alfombra del suelo viendo la tele era lo último que se esperaba.
«Vaya, va a tener que sentarse en el suelo en vez de una silla de marfil bien acolchada. Le dolerá la espalda...»
Pero para mi sorpresa y gratitud, me imita sin protestar y se sienta junto a mí con una renovada sonrisa y un brillo especial en los ojos.
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DOBLE MENTIRA
Teen FictionHan pasado cuatro años desde que la vida de su mejor amiga Angelique cambió radicalmente, y ahora es su turno de luchar por la vida que tanto anhela. Violetta Molina no lo ha tenido todo tan fácil. Estuvo metida en una relación que no terminó bien y...