CAPÍTULO 16

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Mierda. ¿He dicho alguna vez que es te hombre me intimida un poco bastante? ¿No? Pues ya lo digo, ¡este hombre me atemoriza hasta la médula! Y más ahora que me mira fijamente esperando mi respuesta.

—Eh...y-yo...—tartamudeo como una retrasada mental y Christopher mantiene la compostura.—Es que, verás, había mucho tráfico y una señora a colapsado la Avenida...—mientras yo hacía el pena, Christopher permanece muy calmado. Tanto que me estremezco ante esos oscuros ojos.

—¿Esa es tu excusa?—inquiere neutral sin pestañear.

Cada segundo que pasa es una eternidad para mí y, entre tanto, Christopher sigue sentado en su sillón con la espalda recta y un gesto rígido.

—Y-yo no, señor Brown.—se me acaban los argumentos y bajo la vista al suelo para no tener que enfrentarme a su penetrante mirada.

—Bien.—parece complacido por mi respuesta y yo mantengo mi cabeza gacha, sin tener las agallas de enfrentarlo.—Acércate.—alzo la cabeza como un resorte y me lo quedo mirando anonadada.—No voy a morderte, siéntate.—palmea su lado del sillón y yo, todavía indecisa, me acerco con pies de plomo hasta quedar sentada a una distancia prudente.

Me retuerzo las manos en un claro signo de nerviosismo y me muerdo los carrillos para disimular el temblor de mis labios. Christopher se toma toda el tiempo del mundo y parece deleitarse con mi sufrimiento. Si tuviera coraje le gritaría que dejara de mirarme como si quisiera atravesarme.

—Violetta,—empieza acomodándose en el asiento para quedar más cerca.—tienes que entender que un hotel como esté necesita atención las veinticuatro horas del día y, por ende, yo te necesito pendiente las veinticuatro horas.—empiezas serio, pero sereno.—¿Entiendes?

—S-si.—balbuceo sin saber aún como tomarme su apacible reacción.

—Dónde estabas.—no es una pregunta, es una demanda y tengo miedo que si le digo la verdad entonces sí me vaya a quedar sin trabajo.—Y no me mientas, por favor. Odio las mentiras.

Me lo pienso unos minutos antes de decidir si contarle la verdad o no, pero su expresión implacable me indica que más vale que, por mi bien, le confiese la verdad.

Así que, llenándome los pulmones de aire me armo de valor y lo miro directo a los ojos antes de hablar.

—He ido a ver a mi novio.—empiezo intercalando la vista entre él y la pared del fondo—A Nueva York.—termino cuchicheando al ver como su mandíbula de se tensa notoriamente.

—Me estás diciendo que, ¿te fuiste a Nueva York a ver a tu novio y por eso no respondiste a mis llamadas?—balbucea boquiabierto.

En ningún momento eleva la voz, pero noto el ambiente tensarse tanto hasta el punto de poder cortar el aire con un cuchillo. Si alguien me dice que corra, lo hago sin dudar.

—Y-yo no sabía que eras tú el que llamaba.—mustio a media voz al darme cuenta que el número oculto que me ha llamado siete veces era él.—No suelo atender números desconocidos.—argumento con unas tremendas ganas de llorar.

—No me lo puedo creer.—se friega el rostro con impaciencia y apoya los codos en las rodillas.

—Lo siento.—susurra abatida al ver su expresión decaída y decepcionada.

—Escucha.—Se recompone de sopetón y mi observa solemne.—Entiendo que estés enamorada y todo eso, pero no puedes aislarte en una burbuja de arco iris y felicidad mientras yo estoy aquí haciendo todo lo posible para cubrir tus responsabilidades.—no echa humo por las orejas, pero tampoco está contento.

Trago saliva ante su persistente mirada y veo como sus ojos se desplazan hasta mi garganta. ¡No estás ayudando, Christopher!

—Si, lo sé. Fue un error estúpido que no volveré a cometer.—hago gestos extraños con la mano e intento proyectar una voz convincente, pero es obvio que no me sale.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora