El constante movimiento al lado de la cama me hace despertar, pero en el momento que abro los ojos me arrepiento de inmediato.
La luz que entra por la ventana impacta de lleno en mis ojos y eso más el dolor punzante de cabeza me hace gruñir y hundirme en la almohada.
—Pequeña, ya es la hora.—susurra Tiago en mi oído apartándome los mechones detrás de la oreja.
—¿La hora de qué?—farfullo con voz rasposa provocada por el griterío y el alcohol de ayer.
—Debo irme ya.—sus dedos dejan de moverse por mi clavícula y, lentamente, volteo el rostro hasta encontrar el suyo, el cual ya no sonríe.
—¡Mierda! Espera que me visto y te acompaño.—exclamo levantándome de la cama como un rayo, pero es muy mala idea cuando noto el mundo tambalearse.
En seguida, los brazos de Tiago me sujetan con fuerza y me llevan de nuevo a la cama, donde me recuesta suavemente y acerca una vaso de agua de la mesita.
—Con calma, bebiste demasiado.—dibuja pequeños círculos en mi espalda baja a medida que vacío el vaso y voy recuperando lentamente la visión.
—Deberías haberme parado.—me quejo dándole pequeños tragos al agua fresca para que mi garganta se vaya acostumbrando
—¡JA! Pobre del que se interpusiera entre tú y la cerveza.—suelta una gran risotada echando la cabeza atrás y cuando le voy un codazo para que se calle, un nuevo y fuerte pinchazo me atraviesa la cabeza.
—Oh, Dios...—me dejo caer de espaldas a la cama como un peso muerto y tapándome la cara con los brazos. De verdad me duele la cabeza.
—Duerme un poco más y verás como te encontrarás mejor.—me asegura tumbándose a mi lado y retirándome los brazos que esconden mi rostro.
—Pero quiero acompañarte al aeropuerto.—protesto como una niña pequeña y a Tiago se le forma una gran sonrisa con hoyuelos incluidos.
—Lo sé, pero son las cinco y media de la mañana y no puedes dar más de tres pasos sin caerte redonda al suelo.—me recuerda dándome golpecitos en la punta de la nariz.
Se remueve para levantarse, peo inmediatamente se lo impido y engancho la mano en la abertura de su sudadera para acercarlo a mi y besarlo con todas las ganas que tengo.
Al principio se sorprende por mi iniciativa, pero a los pocos segundos me corresponde de la misma manera y su lengua invade mi boca sin pedir permiso alguno. Ninguno de los dos quiere dar el primer paso hacia la puerta y nos enredamos entre las sábanas a medio hacer y nuestras respiraciones cada vez más agitadas.
—No...—trato de retenerlo de nuevo cuando hace ademán de apartarse enganchándome como un mono a su cuerpo, pero Tiago tiene más fuerza que yo.
—Pequeña, voy a perder el avión si seguimos así.—murmura en mis labios a la vez que me acaricia suavemente el muslo con el que lo estoy rodeando.
Lo beso una vez más antes que le dé tiempo a reaccionar para después dejar caer la cabeza en la cama.
—Prométeme que me mandarás un mensaje cuando llegues.—suspiro dibujando el contorno de sus labios para memorizarlos bien.
—Te llamaré al segundo que baje del avión.—me jura dándole un beso al collar.
—Te amo mucho, Tiago Pardo.—le confieso apoyando mi frente contra la suya y cerrando los ojos para grabarme este momento por el resto de mis días.
—Yo también te amo, Violetta Molina.—aspira como si estuviera conteniendo las lágrimas y, sin abrir los ojos, le paso las yemas de los dedos por su rasposa barbilla y le doy un tierno y casto beso en los labios a modo de despedida.
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DOBLE MENTIRA
Novela JuvenilHan pasado cuatro años desde que la vida de su mejor amiga Angelique cambió radicalmente, y ahora es su turno de luchar por la vida que tanto anhela. Violetta Molina no lo ha tenido todo tan fácil. Estuvo metida en una relación que no terminó bien y...