CAPÍTULO 56:

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El día se me ha hecho eterno y cuando termino la jornada, no puedo esperar a llegar a casa y tumbarme en la cama. Hoy ha sido agotador tan física como mentalmente y decir que mi cerebro está hecho puré, no es exagerar.

La confesión y discusión con Christopher ya me ha dejado sin fuerzas, pero la aparición espontánea de Tiago es lo que me ha terminado de rematar.

Envío los últimos correos pendientes (que supongo que deben estar bien, ya que mi concentración está de vacaciones) y cierro el ordenador para salir de la oficina cuanto antes. Necesito alejarme de estas cuatro paredes, aunque sea por unas horas.

Ando deprisa y despiadada por el pasillo cuando me topo con Christopher de frente. Los dos nos quedamos parados sin saber muy bien qué decir así que, por una vez en mi vida, tomo la iniciativa.

—¿Vas a alguna reunión?—carraspeo haciéndome clara.

Gilipollas, pues claro que va a una reunión. Si no, ¿por qué estaría cargando con su maletín a estas horas? Christopher siempre se queda hasta tarde.

—No. Voy de salida.—me responde escueto y frunzo el ceño.

—¿Ha habido algún problema con alguno de los inversores o...

—Simplemente me voy. Disculpa.—me corta violentamente alzando una mano y empujándome sutilmente hacia el lado, se abre camino y desaparece a grandes zancadas.

Yo me quedo mirando el lugar por donde ha desaparecido unos segundos más, completamente patidifusa.

Durante todo el peculiar intercambio de palabras, Christopher no se ha dignado a mirarme a los ojos ni una sola vez. Sus ojos se movían en todas direcciones y sus manos no han podido estarse quietas ni cuando se iba.

***
—Nadia,—la llamo cuando bajo a recepción. La chica aún está sumergida entre papeles y cuando me ve, alza la cabeza tan deprisa que casi se le caen las gafas.—¿Sabes hacia donde se dirija Christopher?—acompaño la pregunta con una sonrisa inocente, pero a Nadia le extraña igual.

Después de verlo tan alterado, he estado dándole vueltas al asunto y se me ha venido un plan a la mente. Es algo arriesgado, pero tengo una corazonada y necesito sacarme la espinita de la cabeza.

—No me ha querido decir nada, pero seguramente se iba a casa.—me informa automáticamente, pero al darse cuenta del tipo de pregunta y de la persona que se la hace, me mira con desconfianza.—¿Por qué lo preguntas?

—Ah, por nada. Simple curiosidad.—sacudo una mano evadiendo su recelo y pretendiendo que es solo por trabajo.—Es que quería comentarle una estrategia de negocio que podría resultar beneficiosa si iba a una junta.—miento adornando el embuste sin perder la misma sonrisa.

Cada vez me estoy volviendo más ágil a la hora de mentir y eso me da un poco de miedo. ¿Hasta dónde podré llegar?

—¡No te preocupes por eso, mujer! Si se hubiera ido a una junta, Samuel estaría con él.—en eso tiene razón. Cuando me voy a dar por vencida para sacarle información, se inclina sobre el escritorio como si me fuera a susurrar una confidencia.—Además, llevaba la camisa mal abrochada y la americana en la mano. Si con esas pintas pretende presentarse ante sus socios, apaga y vámonos.—ríe negando divertida con la cabeza y me obligo a imitarla.

Cada vez la corazonada se hace más grande y estoy segura que aquí hay gato encerrado. Ya me ha parecido raro su reacción en el pasillo cuando nos hemos topado de frente. No ha podido ni mantener una conversación de tres segundos sin mirar a su reloj de muñeca. Y con lo que me ha dicho ahora Nadia de su aspecto desaliñado, me extraña todavía más.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora