CAPÍTULO 52

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—Quiero matarla. Voy a matarla por lo que ha hecho.—empieza a balbucear frenéticamente alejándose de mi hombro.

—Eh, eh, calma.—lo intento tranquilizar, pero está demasiado ido.—No digas esas cosas, solo lo dices porque estás furioso. En verdad no sientes eso.—trato de convencerlo a él y también a mí. No me quiero creer que lo que sale por su boca es cierto.

—¡Claro que lo siento, Violetta!—su grito me sobresalta y pego un salto hacia atrás.—No tienes la menor idea de las cosas horribles que se me están pasando por la cabeza en este mismo instante.—sisea tirándose de los pelos.—Siempre he sabido que Dakota tenía envidia de Marlene, pero nunca pensé que se llegaría a obsesionar tanto.—balbucea esta vez para él mismo, pero como estamos solos, lo escucho perfectamente y frunzo el ceño.

—¿Qué quieres decir con esto?—por muy mal que parezca, tengo que aprovechar este momento de debilidad para sacarle información.

Christopher continúa negando frenéticamente con la cabeza y siento que estoy perdiendo la oportunidad. Tengo que actuar cuanto antes si quiero conocer toda la verdad y, posiblemente, ayudarlo en su pozo de confusión.

—Christopher, ¿a qué te has referido cuando has dicho que siempre has sabido que Dakota tenía envidia de Marlene?—insisto cerrando la distancia que nos separa y obligándolo a mirarme a los ojos.

—Nada, nada...—niega frenético, pero con mi mirada lo veo vacilar así que presiono un poco más y termina suspirando antes de comenzar.—Dakota siempre ha tenido celos de todo lo que Marlene tenía. Cada cosa que Marlene hacía, ella era mejor. Cualquier cosa que Marlene conseguía, Dakota tenía el doble.—le tiemblan las manos y deja de hablar de repente.

Lo que me está diciendo no es nada nuevo, ya todos conocemos como es Dakota. Aquí hay algo que no cuadra. Frunzo el entrecejo, pensativa y tratando de leer entre líneas, sin embargo se ha cerrado tanto que me es imposible.

—No entiendo, ¿pero Marlene no era la subdirectora del hotel?—me está doliendo la cabeza por estar dándole tantas vueltas al asunto, pero quiero saber que es lo que le teme tanto todo el mundo.

Lo veo poner una mueca de dolor, como si le estuvieran abriendo una herida al rojo vivo y no tengo ni la más mínima idea de cómo proceder. Me siento como una forastera a pesar de llevar meses trabajando a su lado.

—Eran amigas, o bueno, eso decía Dakota.—recuerda sarcástico y voy a seguir presionando porque creo que hemos llegado al punto clave. Pero en ese momento se recupera de golpe, cuadra los hombros y me enfoca con una mirada intimidante que me acobarda al segundo.—No quiero seguir hablando del tema. Y no vuelvas a querer nombrarme a Marlene, es un tema prohibido y no voy a consentir que me faltéis el respeto.—me advierte apuntándome con el dedo, inflexible.—Eso te incluye.—sus ojos echan chispas y trago duro. Me he pasado, no tendría que haber presionado tanto.

—Está bien, no se hable más.—levanto las manos a modo de rendición y nos quedamos callados donde solo se oye su irregular respiración. Me mordisqueo el carrillo interno de la mejilla pensando en algo para rellenar este incomodo silencio.—¿Te apetece ir a comer algo?—suelto de repente, cambiando de tema, se me ha ocurrido una idea que creo que le puede gustar.

—¿A comer? ¿Para que voy a querer yo ir a comer?—me mira como si le hubiera dicho de irnos a Disneyland.

«Em...¿a lo mejor porque es la hora de comer?» pero me abstengo de hacer ningún comentario. En cambio, opto por otra estrategia.

—Según mi madre, la comida es el mejor remedio para curar una depresión o para expulsar la tensión acumulada.—tuerzo la boca en una mini sonrisa y pongo los brazos en jarras alzando la cabeza bien orgullosa de repetir las mismas palabras que me repitió mi madre cuando caí en el pozo después de la muerte de Luca.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora