EPÍLOGO: Primera Parte

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—Prométeme que vas a llamarme en cuanto sepas la condena del loco.—dice Angie abrazándome fuerte.

—¿Que empeño tiene todo el mundo en que le prometa cosas?—me quejo cuando nos separamos y esta me mira interrogante.—Lo prometo.—termino haciéndole caso ya que ella no tiene ni idea de como ha ido mi "reconciliación" con Tiago.

Satisfecha con mis palabras, me sonríe feliz y se agacha para comprobar que su hijo está bien dormido. El condenado nos ha dado un viajecito de los buenos.

—Que desperdicio de hombre.—farfulla para sí negando con la cabeza, pero me abstengo de hacer ningún comentario. Mejor que cierre la boca con el tema.—¿A que sí, Adrien? ¿A que es un desperdicio?—le pregunta al niño con esa voz que tanto detesto cuando, por su culpa, Adrien despierta berreando. ¿Es que no podía dejarlo dormir tranquilo?

—Angie.—le advierto mirándola mal para que deje de decir tantas tonterías y ella se encoge de hombros como si no le molestara mi reprimenda. Normal, a mi tampoco me importaría mucho.

El ajetreo del aeropuerto un domingo a las tres de la tarde es sorprendente y tenemos que desplazarnos a un lado de la sala de espera para que la gente apresurada llena de maletas no nos pase por encima.

Nunca me han entusiasmado los aeropuertos, pero tampoco los he detestado. Sin embargo, esta vez tiene todas las papeletas para que denuncie la falta de aire acondicionado en pleno mes de junio en Washington.

—Leonardo,—lo llamo cuando me aseguro que Angie está demasiado concentrada hablando con Tiago para prestarme atención.—las ganancias del hotel aún están en el ordenador de Christopher, pero en cuanto las tenga, te mando la cifra que te debe.—el aludido al principio me mira como si hablara en Chino, pero poco a poco sus ojos se van agrandando y niega firme con la cabeza.

—No te preocupes.—hace un gesto despreocupado con la mano aún sin perder de vista a Angie y al niño.—Fue su culpa invertir en más de lo que su economía le permitía.—espeta con odio y no sé qué responder. ¿Lo siento? No, eso no tendría sentido.—Ese tío estaba loco, Violetta. Ya me lo devolverás cuando puedas, y más ahora que eres la dueña.—me guiña un ojo codeándome disimuladamente y suelto una risita nerviosa escondiendo las manos en los bolsillos de mis pantalones.

Christopher era en "accionista gilipollas" como Leonardo lo llamaba y le debía un cierta cantidad de dinero que no entregó, así que yo, como nueva propietaria de su cadena de hoteles "White Palace" tengo que devolverle el dinero que le pertenece

«Flashback»

—Sabes que Tiago está furioso contigo, ¿verdad?—me dice Leonardo directamente una vez estamos solos.

—Sí.

—Y sabes que haciendo esto lo vas a enfurecer más.—insiste sin quitarme los ojos de encima. Ahora entiendo cuando a Angie se le doblaban las piernas cada vez que esos penetrantes ojos azules se clavaban con fuerza en los suyos.

—Entrará en razón y verá que es lo mejor.—me convenzo resulta y Leonardo se queda reflexionando, indeciso por unos instantes antes de continuar.

Estamos en mi oficina improvisada de casa. Solos desde que estalló la bombo que es Tiago. Angie le está intentando hacer entrar en razón, pero seguramente la va a echar antes de que cuente tres.

—De acuerdo.—termina suspirando sonoramente tras darse por vencido y saca nos papeles de su maletín.—Nadia me dio esta carpeta que Samuel le dejó como algo confidencial y me pidió que tuvieras mucho cuidado y leyeras absolutamente todo antes de firmar nada.—me advierte haciendo hincapié en las últimas palabras antes de tenderme la gruesa y pesada carpeta. Me quedo unos segundos parada observándola.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora