CAPÍTULO 30

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Después de salir de la Editorial y mandarle un mensaje a Tiago preguntándole si podía venir a buscarme, el hombre no ha tardado ni diez minutos. Me río internamente al pensar que eso se debe a la última vez que me fui a comer con Christopher porque no llegaba.

—Si llego a saber que ibas a venir en cinco minutos te hubiera llamado antes.—bromeo hundiéndome en el mullido asiento.

—¿Que clase de saludos son estos?—me mira elevando una ceja señalando sus labios con una sonrisa traviesa y ruedo los ojos antes de depositarle un casto beso, pero eso no parece satisfacerle.

Antes de que pueda alejarme, engancha una de sis grandes manos en mi nuca y me guía de vuelta a su boca para un beso más duradero.

Es un beso lento y perezoso que no pretende pasar a mayores. Es solo la necesidad de disfrutar del contacto de nuestros labios y sentirnos cerca el uno del otro.

Cuando empiezo a notar que le quedo sin aire hago ademán para apartarme un poco, pero Tiago me lo impide volviendo a juntar nuestros labios.

—Tiago, tengo hambre.—protesto entre besos causándole risa.

—Tú si que sabes matar momentos románticos.—se queja haciendo una mueca rara con la nariz.

—Nos estamos morreando en un coche a la vista de todos.—replico echándole una mirada con intención, divertida por la situación.—No es muy romántico que digamos.—le guiño un ojo y se queda perplejo con la boca abierta.

—Que exigente nos ha salido la niña ahora.—objeta negando con la cabeza y poniendo en marcha el coche.

Nos la pasamos discutiendo con la música durante todo el camino al restaurante que me quiere llevar. No es mi culpa que esté sordo y necesite tener la música a todo volumen mientras yo quiero leer en paz.

—¡Pero si tú lees incluso con una obra de construcción a tu lado!—exagera abriendo los ojos en desmesura y le pego con todo el libro en el brazo.—¡Auch! ¿Ha que ha venido eso?

—Eso te pasa por creerte más importante que mis personajes.—elevo el mentón en su dirección ante si incredulidad.—Y también porque me apetecía.—termino reconociendo encogiéndome de hombros y Tiago suelta una fuerte carcajada.

—Repíteme de nuevo por qué te soporto.—niega con la cabeza con la vista fija en la carretera y ahora es mi turno de carcajearme.

—Porque me amas demasiado como para resistirte.

***
—¿Ya saben que van a pedir?—nos pregunta el camarero por segunda vez.

Noto la mirada jocosa de Tiago desde el otro lado de la mesa y tras comprobar que aún no le decido, se limita a ordenas las bebidas y esperar a que la señorita (osea yo) se decida.

—No es por meter prisas, pero el menú tiene seis platos y el camarero se está impacientando.—cuchichea Tiago cuando el hombre se va con fastidio.

—No es mi culpa que todo se vea delicioso.—me defiendo viendo las imágenes de los platos en el menú.—En serio, aún no me creo que exista un restaurante así.

Y es que desde el mismo instante que he puesto un pie dentro el restaurante, mi mandíbula se ha caído al suelo y no la he podido recoger. Se trata de un bonito lugar bastante céntrico y acogedor de dos plantas, pero lo mejor de todo es que está ambientado en una temática literaria.

Todos los cuadros colgando de las paredes están inspirados en frases de las grandes obras literarias y el nombre de los platos llevan el título de muchos de ellos. Es por eso que no puedo decidirme.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora