CAPÍTULO 59

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—Te he hecho una pregunta.—repite cerrando la puerta de golpe y echando fuego por los ojos.—Qué. Haces. Metida. En. Mi. Habitación.—se me va acercando amenazadoramente y trago saliva a la vez que retrocedo hasta que me mis talones chocan contra el mueble.

—Y-yo estaba...estaba buscando el b-baño.—tartamudeo llevándome las manos a la espalda para esconder las fotografías que le he cogido sin permiso.—Me he perdido y he entrado a tu cuarto por equivocación.—hablo a media voz y mirándole atemorizada para no despertar a la bestia que sé que está cerca.

—Ya has estado en mi casa antes.—contraataca sin detener sus pasos hacia mí hasta que me tiene a menos de dos metros de distancia.

—Se me había olvidado.—es más bien una súplica implícita para que me deje ir.

Mis ojos lo contemplan implorante con la esperanza de que no me haga nada y deje de intimidarme tanto con esos ojos azules explosivos. No soy nada a su lado, Christopher es el triple de fuerte y alto que yo. Si quisiera, fácilmente podría agarrarme por los pelos y echarme a patadas de su casa.

Mi ruego parece hacerle reflexionar. Sin verlo venir, hace un movimiento brusco con la mano y rápidamente me encojo en el sitio y cerrando los ojos con fuerza.

—Lárgate.—gruñe alto y claro. Abro los ojos y toda esa furia y fuego que hace segundos había en sus ojos, se ha esfumado y solo queda hielo. Del más frío.—¡Ya!—vocifera y me hace pegar un bote en el sitio.

Estoy a punto de obedecerle, es más, me quedan dos pasos para salir de la habitación y desaparecer cuando consigo sacar las agallas que me han faltado desde un principio. Así que, volviéndome de nuevo hacia él, lo enfrento.

—¿Por que tienes fotografías mías en el cajón?—opto por ir directa al grano, por muy brusca que parezca y los hombros de Christopher se tensan.

No soy capaz de verle la expresión en la cara ya que me está dando la espalda, pero juraría que tiene la mandíbula apretada y el entrecejo arrugado.

Poco a poco, se va dando la vuelta, de modo que quedamos enfrentados y con los brazos hechos de gelatina, alzo las fotografías para que las pueda observar a la perfección.

—¡¿Has hurgado entre mis cosas?!—grita terminando por completo el espacio que nos separa. Consigo reaccionar a tiempo y me aparto lo suficiente como para que no logre arrebatarme las pruebas de las manos.

Como no consigue su objetivo, su furia crece y el pecho le sube y baja muy deprisa. Tranquila, Violetta, es él quién tiene todas las de perder.

—Te he hecho una pregunta, Christopher.—persisto manteniendo un tono bajo, pero firme.—¡Responde!—lo apremio muriendo de ganas de echar a correr sin mirar atrás.

Nos quedamos fulminándonos con ímpetu hasta que fuerza su respiración a calmarse y cierra los ojos tomando largas y profundas bocanadas de aire.

—No es lo que piensas.—susurra sin vocalizar mucho y extendiendo los brazos hacia delante.

—¡Oh! ¿En serio?—suelto una carcajada seca. El lo más típico que he escuchado nunca.—De acuerdo, entonces ilumíname, Christopher. Sácame de la confusión porque esto no tiene buena pinta y es muy inquietante.—hablo irónica y su rostro se contrae.

No esperará que acepte esa pobre explicación. Tener fotos de otra persona en tu habitación ya da mala espina, pero tener las mismas fotos que se publicaron en la revista y arruinaron la vida de tres personas...Eso ya es perturbador.

Haciéndose una idea de mis pensamientos, se pasa las manos por el pelo varias veces, dejándoselo más despeinado de lo que ha estaba y mueve la cabeza de un lado a otro, frenético.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora